Me gusta el fútbol, pero no tanto como para perder varias horas de un día en el espectáculo del sorteo para el mundial. Por eso me enteré más tarde de que, durante ese evento deportivo, ¡la FIFA le había entregado un trofeo de la paz a Donald Trump! Más allá del valor real que pueda tener un reconocimiento otorgado por un organismo cuya probidad ética ha sido reiteradamente cuestionada por escándalos de corrupción y muchas otras linduras, el hecho revela una comprensión sumamente limitada del concepto de paz y una confusión frecuente en el discurso público: la equiparación entre pacificación y paz positiva.
Desde hace muchos años se ha reconocido la distinción que hace Johan Galtung entre paz negativa y paz positiva. La primera se refiere a la ausencia de violencia directa; es un estado mínimo, frágil, que puede lograrse incluso mediante el uso coercitivo de la fuerza. La segunda, en cambio, implica la eliminación o reducción de violencia estructural y cultural, así como el fortalecimiento de condiciones que permiten la vida digna y la resolución no violenta de conflictos: instituciones democráticas robustas, protección de derechos humanos, equidad social y reconocimiento de la diversidad. Es, en síntesis, la construcción de un orden social justo y sostenible. Desde esta perspectiva, el reconocimiento a Trump resulta absurdo. Durante su administración, múltiples acciones contravienen los principios fundamentales de la paz positiva. Trump ha impulsado una política de separación de familias migrantes, que produjo daños psicológicos severos y violaciones a derechos humanos ampliamente documentadas. Promueve la estigmatización sistemática de minorías raciales, religiosas y nacionales, que alimentan discursos de odio. Desde luego que a los jerarcas de la FIFA lo que menos les preocupaba era la paz, y más darle un chupón con dulce a un presidente inestable, que deben tener contento para que no haga un berrinche en pleno mundial. Pero al final es un hecho que en lugar de dar un mayor brillo a los protagonistas los mancilla, nubla el concepto de paz y pone entre dicho los fines que supuestamente están detrás de las justas deportivas mundiales.