La presidenta Claudia Sheinbaum insiste en que lo logrado en su conversación con Donald Trump el pasado 6 de marzo no fue una mera posposición de la aplicación de aranceles a los productos mexicanos por parte de Estados Unidos, sino su definitiva cancelación, ya que en esa fecha Trump tiene pensado imponerle aranceles únicamente a los países que le cobran aranceles a sus productos y nosotros no entraríamos en esa categoría. Ojalá así sea, pero aun si no lo fuera, la posposición de 29 días tiene que ser considerada como un gran logro porque cada día cuenta y parece estar contando a nuestro favor. Lo vimos con la fuerte caída de las bolsas este lunes y martes.
Todos los analistas coinciden en que la incertidumbre creciente por el manejo vacilante e impredecible del tema de los aranceles por parte del presidente Trump explica parte de estas caídas. Y es que ha sido sólo con el tiempo que a los mercados y a los grandes empresarios de Estados Unidos y del mundo les ha ido quedando más claro que Trump no sólo está usando el tema de las tarifas como medida de presión, sino que efectivamente quiere cambiar la forma en que funciona el comercio mundial para cumplirle a las clases trabajadoras de su país trayendo de regreso las plantas productoras.
Este cambio, en caso de que efectivamente se lleve a cabo, parece que va a implicar mucho más que una “pequeña perturbación”, como lo anunció Trump en su discurso a la nación del pasado 4 de marzo. El gran engranaje mundial de mercados bursátiles, enormes empresas productoras, grandes transportadoras e intereses nacionales está crujiendo. Dicho de otro modo, cada día que pasa, el mundo real se resiente y resiste frente al voluntarismo del líder iluminado, y la disrupción se traduce en caídas de las bolsas, inversiones pospuestas, mercancías detenidas en fronteras o mares.
Los vaivenes de Trump respecto a los aranceles parecen entonces ser algo más que una expresión de su inconstancia y falta de claridad de propósito (aunque no lo podemos descartar), y sí, en cambio, el resultado de una reevaluación constante del costo que su implementación tendría sobre la economía de Estados Unidos y su propio proyecto político. Diarias deben ser las llamadas de los grandes directores de empresas estadunidenses preocupadísimos por las implicaciones de los aranceles, como cotidianas son las declaraciones de directivos de las grandes cadenas minoristas, como Target, Walmart, Best Buy, que anticipan aumentos inmediatos a productos de alto consumo.
El tiempo está jugando a favor de nosotros, porque cada día que pasa las evidencias sobre el verdadero tamaño de la “pequeña perturbación” que está provocando Trump son más contundentes (incluso y sobre todo para él).
Los tiempos en la política no son como antes. Lejos quedó la época en que un presidente podía mantener su aprobación prometiendo sangre, sudor y lágrimas. El mundo de la inmediatez en el que vivimos, y aún lejos de una guerra, la “pequeña perturbación” puede acabar con cualquier popularidad. Trump, que sabe de ratings, no lo puede ignorar. Su popularidad no resistió la pandemia de covid (por eso perdió su reelección en 2020) y no resistiría una recesión con inflación.
La realidad, tal como ellos la construyeron, parece estar de nuestro lado, al menos esta vez.