Así también se escribe crónica infra

Ciudad de México /

Ejemplo 1: Cámara en mano

Donald Trump, cámara en mano, está entrando al Central Park. La cámara de video que lleva es muy vieja, color gris con negro, y de formato Beta de registro, que en los noventa fue desplazado por el VHS y el Hi8, los cuales, a su vez, ante la liviandad del DVD y las memorias digitales, se volvieron tan anacrónicos como usar la palabra rapsoda para referirse a quien recita o escribe poesía.

Donald Trump recorre con su cara de concentración y su cámara caminos angostos y laberínticos. Pasa cerca de un lago, por el zoológico y por un área donde Celso Piña da un concierto gratuito tras la reciente aprobación de los matrimonios gays en la ciudad.

Donald Trump va de prisa y sin parar nunca, como tren bala, o como caballo desbocado. Es un día soleado y hay mucha gente paseando por el parque. Es sábado y es verano, por ello es que también hay chicas y chicos vestidos con trajes de baño sobre el césped. Trump graba siempre en línea recta. No desvía la lente hacia la gente que se asolea con algarabía en Nueva York, ni tampoco hacia los homeless que roncan como un trombón mientras duermen la siesta en las cuevas del Central Park; ni siquiera hacia los niños que orinan ocultos entre los árboles.

Donald Trump solo graba lo que ocurre frente a su cámara:

Graba mujeres maduras y rubias de lentes oscuros y vestidos marca Desigual mientras conducen lentamente las carriolas donde sus hijos -también rubios pero sin lentes oscuros- permanecen cautivos.

Graba a un argentino fornido que parece recién salido de un gimnasio (o camino a uno) y que de repente tiene que hincarse para limpiar el cono de mierda que acaba de quedar en el piso, luego de salir en cámara lenta del culo de su bulldog inglés.

Graba a una pareja de viejitos franceses a los que uno de sus tres nietos les toma una fotografía dándose un beso, de espaldas a la casa que acaba de comprar Carlos Slim frente al parque.

Graba a un guitarrista nigeriano excepcional, y a un viejo baterista texano que da pena, pero que por su cara de buen hombre recibe propinas lastimeras de los paseantes.

Graba a un hombre de rostro barbado, un vecino del Harlem que anda de traje azul, con lentes de tercera dimensión, y que mantiene todo el tiempo una sonrisa con la que insinúa que sus lentes le permiten ver cosas que los otros, aquellos que pasean anhelos y frustraciones por el parque, no pueden ver.

Graba a un monigote de Mickey Mouse totalmente fuera de contexto.

Graba a una hermosa chica de El Salvador, a la que sin embargo no le graba (porque es imposible de acuerdo a la dinámica de tren sin freno por la que ha optado Donald Trump) el tatuaje que lleva en la nuca, el cual dice: “Centroamérica. Migrante”.

Graba a Seinfeld.

Graba a una pelirroja de casi dos metros, que tiene los ojos color marrón y acaba de hacer una de las cosas más salvajes que puede hacer cualquiera en Central Park: comprarse un vaso jumbo de jugo de naranja con zanahoria, cuyo precio, según la estación del año, logra superar los diez dólares.

Graba —usando al máximo el rústico zoom de la cámara Beta— la explosión de una gota de Coca-Cola light contra el suelo, derramada de una lata que lleva en su mano un joven japonés que se dirige a la librería Kinofuniya.

Graba a un hombre que se parece a Julio Villanueva Chang, pero con la barba recién afeitada, el cual, mirándolo bien, también tiene un impresionante parecido con el anarquista ruso Simon Radowitzky o con el decano escritor mexicano Yuri Herrera durante aquellos años de juventud que pasó en Nueva Orleans dando clases de literatura.

Graba a un freak, quizá polaco, que lee un libro de Jonathan Swift en una banca, vestido con pantalón Wrangler, botas de piel de avestruz y sombrero vaquero, el cual mira de reojo hacia la cámara y reconoce que el camarógrafo vertiginoso es nada más y nada menos que Donald Trump, pero ante la disyuntiva de seguir viendo al presidente de Estados Unidos o continuar con la lectura, opta por la lectura del libro, cuyo título es: Una modesta proposición para evitar que los hijos de los pobres de Irlanda sean una carga para sus padres o su país y para hacerlos útiles al público.

Donald Trump sigue su camino, cámara Beta en mano. De caballo desbocado pasa pronto a ser toro queriendo embestir algo, cualquier cosa: a un torero o a otro toro. Lo va a conseguir en cuestión de segundos. Para eso ha venido al Central Park.

Está preparando su crónica infrarrealista.

 

Ejemplo 2: Con miedo

Miedo al destino afiebrado. Miedo a los enfisemas, la arteriosclerosis, la neumonía y el cáncer de pulmón. Miedo al último cigarro. Miedo a los sermones, a las tardes en un hospital. Miedo al cuarto de ese hospital. Miedo a salir del cuarto de ese hospital. Miedo a la presunta juventud en la que no se comprende nada. Miedo a la mente en blanco. Miedo a vivir en una laguna mental. 


Sigue su camino, cámara en mano por Central Park. Imagen realizada con IA


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