Doña María Herrera, mamá buscadora de México

Ciudad de México /
“Mi corazón no concibeque estén muertos. Yo los llevo vivos. Los necesito vivos”. Dariela Ludlow

Tuve once hijos, pero me quedaron ocho. Y digo ocho porque quiero creer que mis cuatro hijos desaparecidos viven. No sé dónde me los tengan, no sé a qué me les estarán obligando a hacer, pero yo creo que mis hijos están vivos. Y yo los busco vivos...

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Puedo decirle que no creo en la justicia de los hombres, porque no nos ponemos a pensar en los daños que causamos, en el dolor que causamos a los demás, pero sí confío, y espero, tengo mucha fe en que se haga justicia divina.

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A los 8 meses de que desaparece uno de mis hijos, nace su niñita. Esa niña no lo conoció, sin embargo, usted la ve que siempre se duerme con la fotografía de su papá.

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Luis era algo excepcional para mí. Tenía un carácter muy fuerte mi hijo, muy dominante, que ahorita siempre me acuerdo de él, ahora así, día con día lo estoy recordando, a todos mis hijos. A él le gustaba mucho ayudarme en los quehaceres de la casa, a él no le gustaba que estuviera sucio, que tuviera algo tirado. 

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Raúl, el menor, siempre fue muy cariñoso, muy atento conmigo. Él me decía que cuando él se casara, yo me iba a vivir con él, porque él me iba a cuidar. Decía: “Mira mamá, a mí me tocó ser el báculo de tu vejez”. Y luego me hacía reír porque me decía: “voy a ser dueño de todas tus herencias”, “ah, no mijito, te equivocas, aquí eso sí que no”, le decía yo: “todos coludos o todos rabones, lo que hay es para todos”. “No te creas, mamá”, me decía, “Yo te voy a hacer una recámara que esté junto a la mía”. 

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Desde un día antes, yo andaba muy inquieta. De estas veces que tienes la sensación de que te va a pasar algo o te está pasando algo y no sabes qué. El jueves incluso yo le hablé por teléfono a mi hijo, a Raúl, para preguntarle que como estaban y si iban a llegar. Me dice: “Sí, mamá, ¿por qué no? Vamos a estar ahí el sábado, primero Dios”. Ya desde las 3 ya estaba yo esperando a ver a qué horas escuchaba el ruido de la puerta, inmediatamente llegaban, ya se pasaban, le daba mi beso, “mamá, nos fue muy bien” y pues ya seguido entraban los demás, igual. Y ese día, pues pasaron las 3 de la mañana y ya no me pude dormir. Empezaron a llamar la hora de la misa, que es a las 5 y media y mis hijos no llegaban y yo, pues lo que hice fue irme a misa, a la iglesia. Después de la misa me quedo un rato ahí, porque no sentía ganas de salirme de ahí. Y se acercó el sacerdote y me dice: “oiga, ¿hoy qué pasó? ¿qué le pasa?”, le dije “ah, es que mis hijos no llegan”. “Tenga un poquito de tranquilidad, tenga confianza a Dios y todo va a salir bien” y le digo, “no, es que yo estoy sintiendo algo muy extraño, siento que algo me les pasó”, y me dice, “bueno, si así están las cosas váyase a su casa y a las 10 viene por favor aquí, a la notaría. Dígale a la secretaría que la anote ahí, en esa lista y vamos a ayudarla, vamos a pedirle a Dios que sus hijos estén bien, que regresen pronto y no se me angustie. No la quiero ver así”, pero yo ya estaba totalmente desesperada hablándoles a todos mis hijos, “hijos, háblenles a sus hermanos, no llegan”: Nadie me podía parar de llorar, ya le hablé a mi hija, se reunieron ahí los que estaban de mis hijos. Empezaron a hacer las llamadas y enseguida, le hablan a Carlos, papá de otro de los compañeros que estaba con mis hijos, diciéndole que qué pasaba, que no llegaban los muchachos y que él le había marcado a su hijo y le había contestado otra persona que no era su hijo, diciéndole que ya se los había cargado la fregada, pero con otras palabras groseras y, ahí fue donde ya se empezaron a alarmar. Me volteo, me ve mi hijo llorando y me dice, “no, mamá, no llores, ahorita le voy a hablar a Rafael, él anda por ese rumbo allá para que él vaya y los busque”.

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Nuestros recursos se fueron agotando uno a uno. Ya no había recursos para ir a buscar a mis hijos. Ya todo se había acabado, ya incluso había vendido yo hasta las máquinas, había vendido todo lo que pude, nada más dejé dos maquinitas ahí. Siempre que salíamos ya durábamos como unos 5 meses que teníamos que pedir prestado. Mucha gente del pueblo se ofrecía a ir a llevarnos dinero y nos decía, “mira, lo voy a ocupar para tal fecha, utilízalo mientras”, o sea, todo el mundo creíamos que esto era algo rápido, que los íbamos a encontrar pronto. Y yo decía, “en cuanto encuentre a mis hijos, vamos a luchar, vamos a trabajar para pagar todo esto que se debe”. De hecho ahorita tenemos muchísimas deudas todavía y algunas personas creen que no les queremos pagar pero la verdad es que no hemos podido. Yo lo único que sí les he dicho es que ahí está la casita, que es lo único que nos queda, es donde viven mis nueras pero que en un momento dado que ya no sepamos algo definitivo y que no vamos a poder pagar, pues se vende la casita, no va a quedar de otra. 

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Ese día que yo me fui, yo me vine aquí a México. Ellos hicieron una reunión, todos mis hijos ahí y decidieron volver a trabajar para poder salir a buscar a sus hermanos. Tomaron sus decisiones, se fueron y no los volví a ver. Al final de cuentas me voy, llego a la casa con la noticia de que mis hijos ya no estaban ahí y se habían ido a trabajar a Veracruz y no sabían de ellos.

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Me aterra la posibilidad de que hayan muerto. Sí he pensado, pero inmediatamente lo deshecho… Como que es algo que mi mente no lo concibe. Ni mi corazón ni mi mente conciben que mis hijos estén muertos. Yo los llevo vivos. Los necesito vivos. Y quiero pensar siempre que están vivos.

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Sí le he reclamado a Dios, le pido mucho también por esos delincuentes que quizás no tuvieron una madre, un padre, alguien que los inculcara a hacer el bien,  porque si yo sé que a mis hijos los están obligando a hacer algo indebido, quizás sea por el amor a su madre, a sus hijos, a sus hermanos, porque les están diciendo que si no lo hacen, pueden hacerle daño a alguien más de la familia, a lo mejor ellos están accediendo a hacer algo indebido y eso es lo que más me angustia. No me gustaría que mis hijos pudieran lastimar a otra persona, no me gustarían que mis hijos fueran la causa de destrozar familias, de destrozar padres de familia como lo han hecho tanta gente.

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Yo lo que más le pido a la sociedad es que nos ayude, que se una a nosotros... y que vea lo que nosotros estamos viviendo, que nos apoye en nuestras luchas; yo les decía que no hay tal delincuencia organizada, que es delincuencia autorizada, delincuencia institucionalizada y ahorita ya se está viendo. Porque ya me cansé de gritárselos a los templetes y en donde me han dado la oportunidad de hacerme entrevistas, de decirles que el gobierno está coludido, que el gobierno, los señores estos del crimen organizado, son la misma cosa y nunca me hicieron caso. 

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Doña María Herrera es una costurera de Pajacuarán, Michoacán. Debido a la desaparición de cuatro de sus hijos entre 2008 y 2010 es considerada el principal rostro de las víctimas de la violencia en México. La conocí en 2011 cuando acompañaba al poeta Javier Sicilia en la creación del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad. Estos fragmentos de su voz forman parte del testimonio que compartió hace diez años para la serie documental “Los Cuadros Negros”, durante una conversación con el periodista Diego Fonseca. “Hasta Encontrarles” es el nombre de la organización que ha fundado para seguir con la búsqueda de sus hijos y de otras de las miles de personas desaparecidas en México.


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