La guerra de las pizzas y los sombreros

Ciudad de México /

Sé que suena a chiste el título de esta columna, pero hasta hace no mucho tiempo, quienes visitaban Culiacán por primera vez con la debida curiosidad del recién llegado podían notar cierta proliferación de imágenes de sombreros vaqueros y trozos de pizza esparcidos en autos, tiendas, paredes y algunos lugares públicos de la capital de Sinaloa.

Esta simbología críptica de una ciudad habituada hace décadas a vivir dos realidades paralelas (la oficial y la REAL), expresaba entre las personas que la ostentaban la pertenencia o simpatía por alguno de los principales grupos criminales: las pizzas a los hijos de Joaquín El Chapo Guzmán, una extravagante derivación semántica de La Chapizza; los sombreros en alusión a la prenda distintiva de Ismael El Mayo Zambada.

Hasta el día de la misteriosa operación de extracción de El Mayo a EU, las pizzas y los sombreros convivían en el paisaje cotidiano culichi. Desde aquel 25 de julio quedó en suspenso la coexistencia de 40 años de las dos familias más encumbradas del narcotráfico y la política en el estado.

…y dejaron de verse también, con la ostentación de siempre, pizzas y sombreros.

Ahora, como podía esperarse, la doble realidad de Sinaloa se ha fusionado y explotado en una sola que es oficial y REAL a la vez. Dicha realidad arroja preguntas en medio del fragor de batallas, asesinatos, desapariciones y desplazamientos que no parece que concluirán pronto. Un largo septiembre aguarda.

Algunas incógnitas rondan mientras tanto: ¿Ha surgido una especie de frente de todos los grupos criminales y oficiales contra la familia Guzmán por sus posibles acuerdos o no con EU?, ¿surgirá un nuevo cártel de la unión de la facción del Jalisco Nueva Generación, escindida de Los Cuinis, con la familia Zambada?, ¿estamos ante el final de Cártel de Sinaloa y el inicio de una nueva era del crimen organizado?

La única referencia del pasado a la crisis actual es la ruptura en 2008 de la familia Beltrán Leyva. Por varias semanas Sinaloa padeció tensión y destrucción. El conflicto escaló a nivel nacional. Se reacomodaron de manera trágica realidades de estados como Guerrero y Morelos, hubo cismas internos en corporaciones oficiales y hasta cayó el avión de un secretario de Gobernación.

Puede sonar a chiste, pero la guerra de las pizzas y los sombreros es algo tan serio como la reforma al Poder Judicial.


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