¡Claro que se puede!

Ciudad de México /

Nuestra historia patria es un esfuerzo centenario, siempre frustrado, por vivir en concordia y aprovechar nuestras enormes potencialidades humanas y materiales y ser respetados en el concierto de las naciones.

México nació como nación precisamente por el acuerdo que fueron capaces de alcanzar dos de los principales y valerosos combatientes: Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero, enemigos irreconciliables durante la encarnizada guerra que duró del 16 de septiembre de 1810 al 27 de septiembre de 1821. Pero a partir de ese noble y rutilante entendimiento las epopeyas nacionales han sido adulteradas perversamente para engañar y dominar a ignorantes.

A los grandes hombres y mujeres, como la Malinche, sin los cuales no existiría el México actual, los han presentado como ángeles impolutos o execrables demonios, no como seres con virtudes y defectos, con grandezas y miserias. Desde la conquista de 1521, esa falsificación de lo que en realidad fueron aquellos mexicanos mutila y pudre nuestras raíces; por ello carecemos de auténtica identidad nacional y no hemos podido erradicar la ignorancia ni la pobreza en gran parte de población; tampoco la discriminación y la violencia; somos alérgicos a la legalidad y por nuestras divisiones los yanquis se robaron más de la mitad del territorio nacional, y hoy en día se pitorrean de nuestra soberanía.

Todo ello explica que estemos padeciendo un gobierno en el que prevalecen maleantes dedicados a sembrar cizaña, dividir y sojuzgar a los gobernados, y a tratar de esconder sus destrozos y corruptelas exigiendo disculpas por lo sucedido hace más de 500 años, atribuyéndolo a un puñado de europeos, cuando esa conquista la hicieron menos de mil ibéricos y más de 100 mil aborígenes, cruelmente ultrajados durante 200 años por antropófagos aztecas.

Así, por tales falacias, seguimos “conquistados” y a la deriva, inmersos en odios, divisiones y resentimientos.

Lo anterior demuestra que la falsificación de la historia daña más que su mero desconocimiento, porque todo lo mantiene envenenado. Mientras las nuevas generaciones sigan alienadas con embustes, México será presa de bribones nacionales y extranjeros (como Donald Trump) en este mundo con logros portentosos en ciencia y tecnología pero deshumanizado y violento.

El camino para civilizar y engrandecer a México es largo y con enormes desafíos, siendo primordial conocer nuestra historia y estar conscientes de la formidable fuerza ciudadana, hoy inconexa y adormecida.

Que nadie se excluya de votar para tener un buen gobierno, rescatar las instituciones republicanas y hacer vigentes nuestros derechos fundamentales, que son superiores a leyes y autoridades. Y los jóvenes no deben estar a expensas de una herencia, sino construir con valor y alegría el México que quieran y merezcan vivir.

  • Diego Fernández de Cevallos
  • Abogado y político mexicano, miembro del Partido Acción Nacional, se ha desempeñado como diputado federal, senador de la República y candidato a la Presidencia de México en 1994. / Escribe todos los lunes su columna Sin rodeos
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