Desde que México es realmente México, la falsificación de nuestra historia ha sido el instrumento de muchos gobiernos para dividirnos, confrontarnos y así dominarnos. Por ejemplo: cuando en gran parte de Hispanoamérica, Estados Unidos y España celebran el 12 de octubre como el Encuentro de dos Mundos y lo llaman el Día de la Raza (porque ese día del año 1492 Colón pisó tierra americana) a Tartufo se le ocurrió la sandez de llamarlo “Día de la resistencia indígena”, siendo que la gran mayoría de los indefensos indígenas de aquel tiempo ni siquiera se enteraron de la llegada del genovés, y a unos cuantos se los llevó a Europa como esclavos.
Con muchas falacias han tratado de justificar un nacionalismo ramplón y mentiroso, así como todo tipo de posicionamientos políticos del gobierno ante el mundo, principalmente frente a España; pero México no es “el pueblo originario” perpetuamente enfrentado a los invasores.
Lo anterior explica la zafia exigencia de Tartufo a España (que ahora replica su sucesora) para que nos pida perdón por la caída de Tenochtitlan. Simulan desconocer que la llamada Conquista de México la hizo un ejército conformado por el 99 por ciento de indígenas. Eso está plenamente probado y nadie discrepa.
A Hernán Cortés lo acusan de haber sido un cruel conquistador y olvidan que logró la hazaña por su habilidad política, unificando a muchos pueblos espoliados cruelmente por los aztecas chichimecas, que migraron desde el pueblo de Aztlan 200 años antes (posiblemente ubicado en la región huasteca o en la costa de lo que hoy es Nayarit). Lo cierto es que el imperio Azteca durante dos siglos tuvo sojuzgados a muchos otros pueblos, imponiéndoles tributos exorbitantes y asesinando y engullendo a muchos aborígenes. Por eso cayó la Triple Alianza (conformada por los señoríos de Tlacopan, Texcoco y Tenochtitlan) cuando Cortés obtuvo el apoyo militar y logístico de tlaxcaltecas, totonacas y muchos otros pueblos, como Cempoala, Quiahuiztlan, Texcoco, Chalco, Xochimilco y Mixquic para salvarse de las atrocidades que durante siglos les cometía el poderoso imperio Azteca.
Por eso pregunto a la Presidente: ¿En tal caso, por qué solo España está obligada a pedirnos perdón? ¿Por qué no deben disculparse también los “pueblos originarios” que se unieron a Cortés contra los mexicas?
Lo que llamamos México es resultado de la fusión de sangres y de culturas, incluyendo las africanas; es un valioso mestizaje que no hemos querido ni sabido aprovechar.
Los ahora gobernantes deben quitarse de patrañas y unir a los mexicanos para superar la ignorancia, la pobreza y la violencia (crecientes) que destrozan a la nación; pero la señora empezó con una mentira facciosa diciendo que “El pueblo de México está listo para iniciar la segunda etapa de la Cuarta Transformación”.