El narcotráfico está enraizado en Sinaloa. Imposible negar su normalización en donde la impunidad y la complicidad fueron gestando el monstruo que hoy es el cártel, ahora inmerso en un conflicto que tiene sometida a la población e inmovilizada a las autoridades. En diez días, se cuentan 41 personas desaparecidas y al menos 43 homicidios.
En Culiacán, salir implica el riesgo de atestiguar un asesinato o privación de la libertad, hallar un cuerpo, quedar en medio de un fuego cruzado, ser víctima de robo o hasta desaparición. Aún así, los ciudadanos han comenzado a retomar las calles en un acto de resistencia y reconquista de espacios.
Pero en otras zonas de Sinaloa, aquellas en las que no despliegan con bombo y platillo a militares, salir es la única opción.
Al menos un centenar de personas ha abandonado el poblado de El Palmito, municipio de Concordia, dejando atrás su patrimonio por amenazas de grupos armados. Según información de El Debate, alrededor de 200 habitantes de Tenchoquelite, Tepehuajes y La Caña, municipio de San Ignacio, han buscado refugio en comunidades cercanas por la misma razón. Y los que no tienen posibilidad de huir se quedan entre los bloqueos, los tiroteos y la escasez de alimentos y medicinas, como en el pueblo de Vado Hondo, donde habitantes denuncian que grupos armados les prohíben dejar sus casas.
En Mazatlán, el homicidio de un mando policiaco municipal este jueves encendió las alertas y la paranoia de la población, que desde hace días teme la llegada de la violencia desmedida que se vive en la capital sinaloense.
Durante décadas el gobierno ha permitido el fortalecimiento de los cárteles, y ahora las fuerzas federales no les queda más que reconocer que están rebasadas y son incapaces de garantizar la paz, que llegará cuando los delincuentes “dejen de hacer su confrontación”, como dijo el general a cargo de la III Región Militar en Sinaloa; y el Presidente se aferra a señalar culpables y enemigos, en su negación de la emergencia en el estado y su fallida estrategia de seguridad.
A los sinaloenses no les queda más que esperar a que el monstruo regrese a las sombras, mientras tanto, siguen contando los días, los desaparecidos y los muertos de una guerra en la que son la presa.