¡Wagnermaníacos! De ayer, de hoy y de siempre me da un enorme placer saludarlos, mientras me encuentro tomando el sol en las paradisíacas playas de Mazatlán, Sinaloa.
Un pequeño lujo, pero creo que lo valgo.
Sinceramente estoy recuperándome de los festejos del Día de las Madres. Fecha que personalmente considero, más que una obligación, un gusto. Una retribución a todas las aportaciones amorosas, de enseñanza, que día con día, nuestras madrecitas tienen con cada uno de nosotros.
En mi caso particular me toca celebrar a mi señora madre, a mi esposa y por supuesto a mi querida hija. Tres generaciones de mamás que me hacen ver que los tiempos han cambiado, que los retos que enfrentan son contundentes y ponen a prueba su empatía.
Pero existe algo que las une y que mueve sus sentimientos en lo más profundo de su ser: la lucha libre.
¡Imagínense! Mi madre ha visto crecer, ha sufrido el nacimiento de tres generaciones de luchadores. Primero mi padre, mi hermano Silver King, su servidor y sus nietos.
Innumerables han sido las lesiones, las derrotas que atravesó con nosotros, siempre cuidándonos amorosamente y con rigor.
Sin embargo, nada se compara al fallecimiento de mi hermano Silver King, en tierras lejanas, apartado de sus seres queridos.
Afortunadamente el Todopoderoso la fabricó fuerte, recia, entrona, lo cual le permite enfrentar día con día, ese dolor tan inmenso, inimaginable.
Mi esposa tampoco la ha visto fácil. Insisto, las lesiones son el pan nuestro de cada día, el apoyo que recibo de su parte para llevar una buena alimentación, para que se encargue de las responsabilidades de la casa, mientras me encuentro de viaje.
A ella le tocó vivir conmigo la pérdida de mi máscara ante Psycho Clown. Nunca me dejó solo y fue una pieza fundamental para la reinvención que tuve como persona y como luchador.
Por último, pero no menos importante, mi hija Lirio. Una madre joven, luchona, con todo para ser una gran empresaria, porque como dice Shakira, las mujeres de su generación, ya no lloran, facturan.
Mi chiquilla vivió mis ausencias, la separación de sus padres, pero nada de eso la sacó de su centro. Conoce perfectamente a la lucha libre, y seguramente la seguirá viviendo conmigo, con sus hermanos y con sus hijos, que vienen empujando fuerte.
A las tres las amo, las respeto, las valoro. Por eso quise rendirles un homenaje público y, junto con ellas, a todas las madres mexicanas.
Wagnermaníacos, se los dejo de tarea. Piénselo.
Y, recuerden que en mi casa y con mi gente, se me respeta. Bien, Bien, Bien.