El histórico arraigo de la discriminación en nuestra cultura y las falsas creencias impuestas con respecto a que lo tradicional es exactamente lo correcto han convertido a una sociedad global, ya de por sí intolerante, en un esquema de enjuiciamiento permanente hacia las minorías, en contra de los indefensos.
Las religiones han abonado en la realidad poco a la distensión de estas presiones sociales para hacer a un lado a quienes, más que por un tema biológico, tienen preferencias de sexo consideradas anormales, contra natura dicen los puritanos que los desprecian.
Esta realidad no estaría tan acentuada si en un pleno conocimiento de las leyes y una interpretación correcta de los derechos universales, quienes son víctima de estos actos discriminatorios lucharán por hacerlos valer sin considerar la condena social por no ir acorde a lo que marcan los “principios” establecidos y que no todos siguen al pie de la letra.
Hoy lo mismo homosexuales que lesbianas, transexuales o bisexuales, luchan integrados en organismos no gubernamentales por hacer que se respeten sus derechos y pelean por su inclusión en una sociedad dura, insisto, influenciada por la religión, y hasta pagan con su vida esta pelea a la que se unen de a poco quienes, ante ese temor no terminan por revelar su identidad sexual.
Especialistas en derechos humanos reconocen en la ignorancia la reacción lenta de quienes ven desplazada la posibilidad de ser integrantes de una sociedad que hoy reclama, justa o injustamente, por lo que consideran es una desigualdad promovida y tolerada desde los gobiernos del nivel que sea.
En un mundo globalizado los esquemas de inclusión deben fortalecerse desde la sociedad civil y permear a los políticos que en sus creencias ideológicas se espantan tan solo por admitir esta lejana probabilidad, sin tomar en cuenta que en ese temor muchas veces se esconden quienes llevan una doble vida, moral ante los suyos y la real, la que pocos conocen.
Saludo a quienes muestran apertura en sus mentes y reconocimiento a quienes promueven su propia lucha.
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Hasta la próxima.