El martes pasado se cumplieron cinco meses de la tragedia de Tlahuelilpan donde murieron cientos de personas. Unos dicen que la cifra oficial es la que cuenta y que hasta el momento se contabilizan 154 fallecidos, mientras que otros agregan a las personas desaparecidas y los restos entregados por la Procuraduría del estado a familiares, dando una cifra de casi 200 víctimas de la explosión de un ducto de Pemex.
La reflexión a casi medio año de los hechos se encuentra en una edición que publica el Colegio Libre de Hidalgo A.C. a cargo de nuestro columnista de MILENIO Hidalgo, Sarkis Mikel Jeitani, y del cual damos cuenta en una pequeña conversación en la edición de hoy (página 17).
Tras visitar la zona por varias semanas, un grupo de investigadores y encuestadores, entregan un trabajo en el que se observa un tejido social quebrado por la imagen negativa que se les impuso desde enero pasado en todos los medios de comunicación, además de que los apoyos entregados resultaron insuficientes.
Hablar de Tlahuelilpan es dar cuenta de historias de dolor, de menores en orfandad, de madres y padres que se quedaron sin sus hijos. A la par, una sola institución ha dado el acompañamiento permanente a la gente: la iglesia católica. El refugio de todos los habitantes de San Primitivo ha sido la religión.
De no ser por la iglesia, el mal humor social y el enojo de los familiares de las víctimas ya hubieran pasado una factura importante en materia de gobernabilidad.
Mucha de la calma y la paz que se respira es producto de la atención permanente que los sacerdotes de la región han dado a las familias, y pese a que existe desatención denunciada en una encuesta realizada por el Colegio Libre de Hidalgo, la gente sigue creyendo que tendrá un apoyo del gobierno federal tarde o temprano.
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