La administración del Poder Judicial de la Federación (PJF) ya no estará a cargo del Consejo de la Judicatura Federal (CJF), sino del Órgano de Administración Judicial (OAJ), que por cierto ya no dependerá de la SCJN. Y en cuanto a la disciplina de los funcionarios judiciales, ahora estará a cargo del Tribunal de Disciplina Judicial (TDJ).
No estoy de acuerdo con toda la reforma judicial, pero, sin duda, lo mejor que en ella encuentro son estas dos instituciones jurídicas.
También, con salvedades ya expuestas, defiendo la elección de jueces porque eso significa hacer a un lado a los “despachos divinos”, una de tantas fuentes informales de acceso a la judicatura. Y porque, además, significa desarrollo de la vida democrática del país.
¡Roma no se hizo en un día! Y como todas las cosas importantes y valiosas de la vida requieren tiempo y esfuerzo para lograrse, ¿por qué no pensar, entonces, en que con el TDJ y el OAJ, que ya no dependerá de la SCJN, pueden crearse condiciones de posibilidad para generar un verdadero debate sobre una reforma estructural del sistema de justicia?
A propósito, uno de mis malquerientes me ha tachado de incongruente porque, siendo que en trabajos académicos publicados he esbozado la idea de formar jueces virtuosos que sean poseedores de los saberes esenciales e instrumentales que pide la función de juzgar, lo que precisa de la creación de una escuela nacional de la judicatura que no dependa del PJF, idea que también he replicado en MILENIO, “ahora –dice– pasaste a apoyar la locura de reforma aprobada. Producto de un rencor vivo. Como el de AMLO”.
Sin un TDJ la impunidad y la corrupción crecen como el lirio acuático en los ríos, pues, como bien dice Nietzsche, cito de memoria: “La virtud, por sí sola, no se sostiene sin el temor al castigo. El temor al castigo permite que cada uno disfrute de lo que le corresponde”.
Tal vez sea el temor al TDJ, que esperemos se integre por magistrados justos, prudentes, independientes, honestos y probos, inhibe el deseo en algunos profesionales del derecho de aspirar a ser jueces. ¡Que la reducción de la corrupción sea consecuencia de las virtudes del juez, no del castigo!