Con el segundo gobierno de Donald Trump, el terrorismo ha adquirido una más de sus múltiples significaciones. Ya no se presenta únicamente como la prioridad estratégica, ideológica y militar de la política exterior estadunidense, tal como la definió el presidente George W. Bush en septiembre de 2001 tras el derrumbe terrorista de las Torres Gemelas.
Para Trump, el terrorismo se define además como un dispositivo político. Para su propósito, este dispositivo le permite definir enemigos claros y precisos, reforzar su discurso nacionalista y justificar políticas migratorias y de seguridad nacional. En su narrativa no es solo una amenaza externa, sino una herramienta que le permite ordenar su visión del poder y del país.
De ahí que, hoy, ser señalado como enemigo por Donald Trump pueda hacer sentir el vértigo del terror: un miedo extremo y paralizante ante un peligro real o imaginado, capaz de anular el juicio, debilitar la voluntad de actuar y desatar reacciones físicas y psicológicas desbordadas.
El terrorismo es hoy objeto de debate en todo México, no solo por el nuevo significado que le ha atribuido Trump, sino también por el coche bomba que el 6 de diciembre explotó frente a una estación de Policía comunitaria en Coahuayana, Michoacán, originando la muerte de varias personas.
En este contexto, quienes rechazan una intervención militar estadunidense en México para combatir el narcotráfico se apresuraron a calificar el atentado no como un acto terrorista, sino como un hecho propio de la delincuencia organizada. En cambio la oposición, que ve con buenos ojos dicha intervención, ha hecho todo lo posible por encuadrarlo como un acto de terrorismo.
No es lo mismo el terrorismo generado por delincuentes que el terrorismo político, definido por N. Bobbio. Es el uso sistemático de la violencia o su amenaza para intimidar y desorganizar a un adversario o a una población, utilizando el miedo como instrumento de presión o desestabilización. Puede provenir tanto de grupos subversivos como del propio Estado, cuya característica común es emplear el terror como método político.