Dentro de ocho días rendirá protesta la primera presidenta de México.
Terminará este sexenio. Quedará atrás, pero no en el olvido, la gestión más violenta de la historia reciente.
Oficialmente, el de AMLO es el gobierno con más víctimas de homicidio. Es la cifra visible de una crisis profunda. Tan honda y oscura como las fosas clandestinas que recorren la nación.
Por ello, Ayotzinapa es un continuo y está en la memoria. Es referencia, paradigma, punto de quiebre.
La desaparición forzada de 43 estudiantes de la normal Isidro Burgos, el 26 de septiembre de 2014 en Iguala, Guerrero, nos restriega la horrenda realidad que las administraciones, primero de Peña Nieto y luego de López Obrador, quisieron ocultar.
Es el retrato de un Estado perpetrador que, a su vez, fue penetrado por cárteles.
Aquella noche atacaron a jóvenes y adolescentes con la furia de los más infames: de las fuerzas que, se supone, deberían protegerlos.
Además de miembros del hampa, estuvieron presentes (ahí y en delitos posteriores) autoridades municipales, estatales y federales, civiles y militares.
Los alumnos fueron sometidos. Algunos heridos. Otros asesinados. De la mayoría no se sabe su paradero.
La agresión fue brutal. La verdad sigue enterrada. Las estructuras criminales, intactas.
Es un drama que recorre tiempo y territorio, que se expande. Se suman madres y padres. Más dolor.
Al igual que Peña, López Obrador prefirió defender a los militares que caminar hacia un proceso de justicia, reparación y reconstrucción.
Y fue más allá: a defensores de derechos humanos que representan a las familias los difamó, mientras que al general Cienfuegos lo rescató y condecoró.
El próximo martes Andrés Manuel se irá a su rancho. Hoy, en lo que escribo estas líneas, colocan vallas alrededor de Palacio Nacional. Protegen el recinto donde aún habita.
Pasado mañana, jueves 26, se cumplen 10 años de la desaparición forzada de los normalistas de Ayotzinapa. Contingentes marcharán junto a mujeres y hombres que portarán en sus pechos las fotografías de sus seres amados, a quienes no han vuelto a abrazar.
Desde la calle verán el lugar donde, después de tantas promesas, no fueron escuchados; donde aún vive quien hizo campaña nombrando a sus hijos.
Aquí entre nos
Tocará el turno de Claudia Sheinbaum. Dicen que la esperanza muere al último. Las madres y los padres no la pierden.