¿Un nuevo estilo de gobernar?

Aún antes de que oficialmente se declarara como ganador de la elección al gobierno de México, y solamente con los datos de las encuestas de salida realizadas a los votantes, Andrés Manuel López Obrador ya anunciaba algo así como un factótum histórico grandilocuente rayando en lo paranoico, que en su mandato se daría inicio a “La cuarta transformación del país”, algo similar a lo acontecido en otro tiempo en el zócalo capitalino, cuando fue ungido con un símil de la banda presidencial y declarado “Presidente legítimo de México”.

En un afán desmesurado por demostrar que se perfila un nuevo estilo de gobernar, López Obrador, entre otras ocurrencias, ha llegado a declarar con un alarde de sencillez y modestia, que él vivirá en Palacio Nacional en un cuarto con suficiente espacio sólo para colgar una hamaca para dormir.

Este desfase de una forma del gobierno tradicional en nuestro país, lo coloca como un temerario excéntrico, que con sus actos, puede ser capaz de perjudicar a hombres e instituciones, sin conocimiento de causas y consecuencias. Sin planes y proyectos sustentables basados en el estudio y análisis de los casos, toma determinaciones y decide sobre lo que realizará en su futuro gobierno. Desde el punto vista legal, asumen las funciones de un ejecutivo gubernamental sin que oficialmente haya sido declarado como jefe del mismo.

López Obrador hace consulta púbica respecto a la instalación de un nuevo aeropuerto, donde la mayoría de los encuestados quizá carezcan de los conocimientos mínimos del caso, pero en ningún momento sometió a consulta pública, la designación de los funcionarios de su futuro gabinete con dudosos antecedentes como Manuel Bartlett, Napoleón Gómez Urrutia, quien nunca ha ocupado alguno cargo de trabajo en la Minería, o el de Néstora Salgado a la que sólo le valió ser víctima de las autoridades gubernamentales para ser elevada a ocupa un cargo de elección popular.