En ausencia del INAH y en defensa del Patrimonio Histórico de Durango

  • Verdad amarga
  • Enrique Sada Sandoval

Laguna /

Si algo distingue al estado de Durango, pero sobre todo a su capital como ciudad, lo es sin lugar a duda no solo la generosidad de su gente y la belleza de sus alrededores sino la enorme riqueza artística y cultural de su Patrimonio histórico; esto es, por sus plazas, sus edificios y sus fincas rústicas urbanas multicentenarias aún en pie, mismas que parecieran prontas a confiarnos sus secretos como testigos mudos y entrañables de lo que ha sucedido lo mismo desde el templo de Santa Ana hasta el Barrio de Analco que de Tierra Blanca hasta el Barrio del Calvario y el Cerro de los Remedios.

Sin embargo, si algo también es de todos conocido es el abandono y desdén de las autoridades inmediatas en los tres niveles de gobierno; mismas que más allá del interés económico momentáneo por hacer obra pública o simular fachadas antiguas donde no había, han permitido que verdaderos espacios arquitectónicos se derruyan con riesgo de venirse sobre sus dueños o los transeúntes.

Y esto puede palparse con un simple recorrido a pie por la Avenida Negrete en pleno Centro histórico como en Analco y sus alrededores.

Sin embargo, llama la atención lo que no sucede—más que lo que sucede—en las obras de remozamiento donde se pretende hacer un corredor turístico alterno (similar al de Paseo Constitución hace unos años) desde el Bulevar Dolores del Río hasta el antiguo templo de San Agustín, en la calle Hidalgo (entre 5 de febrero y Pino Suárez) en cuyas excavaciones los trabajadores y las máquinas sacaron varios huesos de tamaño considerable.

No extraña que el gobierno del Estado que hace la obra no se haya ocupado de esto; ni el INAH, que antes se dedicaba a hostigar a los dueños de fincas antiguas que solicitaban permiso para apuntalar sus casas por seguridad pero permitía destrozos y saqueos en la hacienda de la Ferrería o en el internado Juana Villalobos en administraciones estatales anteriores; ni cierto diario que se ostenta “defensor de la comunidad” con sus oficinas casi en la esquina.

Lo que si sorprende es que en la administración municipal que se va nadie se percató de ello y que en el organigrama de la Dirección de Obras Públicas del Municipio no exista una Coordinación u oficina de Patrimonio Histórico ni una Dirección de Centro Histórico para una ciudad multicentenaria que por su valor, belleza y pasado, fue la última línea de defensa cultural y de civilización en el norte de México, y que sin duda merece mejor suerte.

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