Del discurso de odio a la apología del crimen

  • Verdad amarga
  • Enrique Sada Sandoval

Laguna /

Acostumbrado durante años, amparado en la impunidad que gozó como burócrata desde la administración de Vicente Fox hasta la de los “espurios” Calderón y Peña Nieto (según sus palabras) con quienes no tuvo reparo en trabajar, Pedro Salmerón solía abusar de su posición y su mucho tiempo libre para atacar y calumniar a quienes disienten de su enamoramiento con la figura mítica de Pancho Villa, cuyas crueldades, asesinatos y violaciones solía callar en el mejor de los casos.

No conforme, llegó a utilizar su membrete como encargado del sector juvenil en el partido en el Gobierno para inocular no solo los mismos mitos rancios de la historiografía oficial sino auténticas campañas de odio hacia sus detractores—no enemigos—en quienes tuvieron, como jóvenes e inexpertos, el poco criterio para saber distinguir entre la libertad de expresión y el ataque personal: pidiendo sabotear páginas y autores no articulados conforme al “Pensamiento único”, al igual que en foros públicos donde amenazaba con “usar puñales” contra quienes cuestionaran el mito del “Centauro del norte”, e incluso contra gente de su propio partido como Alfredo Jalife, a quien deseó fuera asesinado públicamente.

Al tiempo, sus palabras terminaron por convertirse en su propia soga una vez que como director del INEHRM continuó insultando a los usuarios de la página virtual de la institución, llegando al colmo de hacer apología del crimen desde la misma; enalteciendo a los secuestradores y asesinos de don Eugenio Garza Sada, del filósofo Hugo Margáin y del empresario Fernando Aranguren Castiello, a quienes llamó “jóvenes valientes”.

Reacio a reconocer su error, el ex profesor del ITAM no se contentó con borrar sus redes sociales, justificándose en que pretendía “reivindicar la figura de don Eugenio” (que nadie le creyó); se negó a presentarse ante su jefa la Secretaria de Cultura para darle una explicación, a quien dejó plantada durante horas, siendo despedido y sustituido por Felipe Ávila en el puesto.

En un país donde las palabras sustituyen la realidad y los discursos políticos se usan para evadir los hechos, el abuso suele derivar en casos tan lamentables como este; tanto más cuando provienen de quienes ahora son Gobierno y durante décadas criticaban la injusticia del sistema político mexicano contra los ciudadanos, la violencia emanada del mismo y la represión autoritaria contra quienes piensan diferente.

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