El otro Holocausto: Hiroshima y Nagasaki

  • Verdad amarga
  • Enrique Sada Sandoval

Ciudad de México /

“Mis vocaciones en la vida siempre fueron ser pianista de una casa de putas o ser político. ¡Y a decir verdad, no existe gran diferencia entre las dos!”.

Harry Truman


Haciendo recuento de la Historia, se estima que más de 125 millones de personas fueron aniquiladas en lo que se considera como los primeros genocidios ocurridos durante la primera mitad del siglo pasado en donde decenas de millones de vidas fueron segadas, en su mayoría, por regímenes totalitarios de izquierda como los comunistas y los nacional-socialistas ciertamente.

No obstante, aún y cuando estos regímenes encabezan las listas por haber asesinado a más gente—pensando en Stalin, Mao y Pol Pot—también los regímenes “democráticos” han abonado su cuota de sangre y de vergüenza.

De hecho, justo hace 70 años el 33er presidente de los Estados Unidos demostró que compartía dos cosas en común con Adolfo Hitler: su odio visceral hacia el Papa Pío XII y su desprecio por la humanidad, debutando como genocida en el Imperio del Sol Naciente.

Además de pavonearse como “gran maestre” masón y fanático bautista del Sur racista, Harry S. Truman también ofició como asesino en masa, estrenando nada menos que la bomba atómica contra un Japón sometido, llevando a los norteamericanos a perpetrar dos genocidios tanto más espantosos que el bombardeo de Dresden: el de Hiroshima el 6 de agosto de 1945, y Nagasaki, el 9 de agosto.

Como es de esperarse, los países que cometen estos crímenes han tratado de encubrirlo, empezando por Estados Unidos, donde se sigue vendiendo el mito de que era“necesario para salvar vidas norteamericanas” o “terminar la guerra”, lo cual ha sido refutado como falso.

Truman sabía que los japoneses se iban a rendir, como también sabía que cada ojiva mataría a cientos de miles de civiles indefensos, llevando al holocausto de un solo golpe a más de 300.000 hombres, mujeres, niños y ancianos—seleccionando las únicas dos ciudades católicas del Japón en ese entonces—sin contar a los cientos de miles que murieron después por la radiación y demás sobrevivientes en las peores condiciones imaginables por el resto de sus días.

Y aunque en sus memorias alega que los militares le dijeron que medio millón de estadounidenses habrían muerto en caso de invadir Japón, el historiador Barton Bernstein señala que el ejército norteamericano le dijo, desde junio de 1945, que la incursión resultaría en no más de 40.000 bajas.

Esto nunca ruborizó a Truman ni evitó que como genocida se le dejara de honrar en su país; peor aún: no terminó como Mengele o Göering y otros de su calaña en Nüremberg.


enrique.sada@hotmail.com

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