Antonio Gramsci es poco estudiado en las escuelas de Ciencia Política. Sin embargo, el ascenso del populismo lo ha vuelto vigente. Uno de sus principales conceptos es el bloque histórico. Un momento de la historia en donde convergen hacia una misma dirección fuerzas políticas, sociales, económicas, mediáticas y culturales. El thatcherismo-reaganismo es un bloque histórico. El estado de bienestar surgido tras la Segunda Guerra Mundial también lo es. La euforia liberal tras la caída del Muro de Berlín hasta su muerte con la crisis económica de 2008, otro ejemplo. Estamos viendo emerger una nueva época: un consenso antineoliberal y nacionalista en casi todo el mundo. Paradójicamente, el libre comercio hoy lo defienden jefes de gobierno catalogados de izquierda (Sheinbaum, Trudeau, Starmer, Sánchez).
En Jalisco, desde la alternancia, es posible identificar dos grandes periodos históricos en materia política. El primero, el predominio panista (1994-2009). Un periodo político caracterizado por el bipartidismo casi perfecto. El PAN hizo de Jalisco un granero de votos fundamental para retener el poder federal. Sin Jalisco, Felipe Calderón no hubiera sido presidente. Este periodo se caracterizó por una visión partitocrática y mucho menos cesarista o personalista. Es decir, el PAN como institución se lograba imponer a los distintos liderazgos. Y el PRI era alternativa moderada y sólo de matices. No obstante, en 2009 comienza la muerte de ese sistema de partidos. No sólo es la victoria de Enrique Alfaro en Tlajomulco, sino también la efervescencia de la sociedad civil y movimientos críticos como el “voto nulo” o la apuesta por candidaturas independientes. Caldo de cultivo para el ascenso de lo que después llamaríamos alfarismo.
En estos 15 años, el sistema de partidos de Jalisco se transformó. De 2009 a 2018, la política en Jalisco vivió un momento postpartidista y profundamente personalista. Alfaro es un ejemplo claro. Durante 15 años, el nombre de Alfaro ha sido ineludible. Los partidos perdieron su vigencia como actores centrales y fueron reemplazados por figuras potentes que se adaptaban mejor al mundo de las redes sociales, los likes y la comunicación política. Sin embargo, en este sexenio, la polarización nacional y local provocaron un reagrupamiento de los electores en un neo bipartidismo -ahora imperfecto. En torno al 80% de la sociedad jalisciense, en elecciones locales, votó o por Movimiento Ciudadano o por Morena. Todo apunta que esta concentración seguirá siendo así por la incapacidad del PAN y PRI para ser opción en Jalisco, así como la desaparición de los partidos locales.
Las preguntas obligadas cuando llegamos al cierre de un ciclo político son: ¿Cuál es el legado de Alfaro en materia política? ¿Existe el alfarismo? ¿Sobrevivirá al paso del tiempo? A la primera respondo que sí: el alfarismo es una forma de entender el poder y el Gobierno. No es una ideología como tal, pero sí es una mentalidad que comparten sectores relevantes de la sociedad. El énfasis en un gobierno constructor (Alfaro triplicó el monto que Aristóteles invertía), mano dura en seguridad, la comunicación directa con el “pueblo”, el cesarismo, el escepticismo frente a los medios de comunicación, la no adscripción ideológica (ni de derecha ni de izquierda), el recelo de los partidos políticos, la creencia en la política (no tuvo problemas en el Congreso, ni con Morena), la apuesta por la autonomía (desde Tlajomulco hasta el Pacto Fiscal).
Pablo Lemus no es alfarista en el sentido que ha construido una identidad propia. No obstante, en modelo de Gobierno (el énfasis en el gobierno constructor, relación con la IP, modelo educativo y de salud, etc.), Lemus y Alfaro tienen amplias coincidencias. El Alfarismo y su supervivencia dependerá también de la fortaleza de Movimiento Ciudadano tras el adiós -momentáneo- del líder. Si es capaz de reinventar el ideario político alfarista a tiempos de hegemonía morenista en todo el país, exceptuando unas pequeñas islas como Jalisco. Y también de la decisión que tome Alfaro sobre su futuro político. Seguramente el gobernador se alejará algún tiempo del foco mediático, pero sí algo tiene Alfaro es instinto. La elección de 2018 no era su tiempo, pero no descartemos que en el futuro se abra alguna coyuntura que lo vuelva a poner en el aparador de los presidenciables.