Concluye el sexenio más controversial de la historia del México contemporáneo. Los medios de comunicación se han llenado de análisis sobre el legado de Andrés Manuel López Obrador. Lo bueno y lo malo. En qué avanzamos y en qué retrocedimos. Sin embargo, ese análisis matizado tiende a desdibujar el elefante en la sala. México llegó a 2018 como una democracia, con sus errores y aciertos, y despide 2024 como un régimen híbrido -no una democracia (según organismos internacionales)- y con la mentira como gran eje del debate público. Antes se mentía; bueno, siempre se ha mentido. No obstante, nunca la mentira fue tan reivindicada, tan vanagloriada. Hay muchas traiciones de López Obrador, pero ésta es la que me parece la más grave.
López Obrador también traicionó su compromiso con la concordia. Prometió gobernar para todos y no pudo controlar su resentimiento. A diferencia de otras izquierdas que lograron unir, el presidente apostó por el insulto para calmar a sus leales. El insulto para exhibir su poder. Porque los grandes potentados de México se vieron beneficiados en este sexenio.
Los grandes multimillonarios de México tuvieron un sexenio maravilloso. Por ejemplo, Carlos Slim pasó de amasar 52 mil millones de dólares a casi 100 mil. Los bancos ganaron más de un billón en un sexenio. Cinco bancos -tres extranjeros y dos nacionales- se llevaron el 80% de las ganancias. Los grandes poderes fueron felices, mientras el presidente pasaba horas hablando de Loret, Gómez Leyva o Lorenzo Córdova.
López Obrador prometió llevar a México hacia otro modelo de seguridad. Con derechos humanos y paz. Hizo lo contrario. 200 mil mexicanos fueron asesinados. Uno cada 12 minutos en promedio. El Ejército se empoderó como nunca. La realidad es que México vive rodeado de militares. En cada esquina. A pesar de ello, una buena parte del territorio sigue siendo ingobernable. Comenzamos el sexenio con Guanajuato y el huachicol, terminamos con Sinaloa y las familias sin poder llevar a sus hijos a la escuela.
López Obrador prometió hacer de México un estado del bienestar. Hizo lo contrario. Destruyó las instituciones del Estado para después entregarlas en efectivo. El sueño húmedo de Margaret Thatcher y Ronald Reagan. Los servicios de salud están en su peor momento y la educación (según PISA, el único indicador que nos queda) es un desastre. El **obradorismo presume haber sacado a cinco millones de personas de la pobreza. Es cierto. No obstante, su situación es muy precaria. No es la construcción de una clase media sólida fincada en un acceso público universal a la salud, la educación o el desempleo. Si mañana llega una crisis, o el estado no puede invertir lo suficiente en transferencias, millones de personas caerán en pobreza automáticamente. El gobierno de Peña Nieto también pudo presumir la reducción de la pobreza en el periodo 2016-2018, pero llegó la pandemia y la precariedad arrasó con todo a su paso. La pobreza sólo se combate -estructuralmente- con un cinturón de seguridad social amplio y bien financiado.
López Obrador prometió una economía que creciera. El presidente se burló del crecimiento del periodo neoliberal (2.2%). Pues, tras seis años, el crecimiento de la economía con AMLO es de 0.8%. El peor desde López Portillo. Claro que la apuesta por el incremento al salario mínimo ha sido acertada, pero se olvida que ésa fue una demanda de la sociedad civil desde el sexenio de Peña Nieto.
López Obrador prometió castigar la corrupción de la mafia que gobernó México. El priismo corrupto sonrió aliviado con la impunidad desde Palacio Nacional. No sólo eso: cambió de bando. Los priistas y panistas que doblaron las manos recibieron la indulgencia presidencial, una embajada o alguna dádiva del régimen. No hubo nunca un principio moral en la autollamada Cuarta Transformación, sino simplemente un premio a la lealtad política. Justicia selectiva, más de lo mismo.
López Obrador prometió defender la democracia y la erosionó. López Obrador prometió justicia para Ayotzinapa y traicionó su palabra. López Obrador prometió un sistema de salud danés y nos entregó a 35 millones de personas sin acceso a servicios de salud. López Obrador nos prometió acabar la guerra y nos entrega sangre y dolor. López Obrador nos prometió acabar con la impunidad y nunca los delincuentes se han sentido tan cómodos. López Obrador nos prometió descentralizar el país y encabezó la centralización más bestia en décadas. López Obrador nos prometió cero deudas y endeudó al país con más de 6.6 billones. López Obrador nos prometió más y mejor educación, y estamos a la cola en PISA. López Obrador nos prometió que no habría persecución a los críticos y siguió haciendo uso de los servicios de espionaje. López Obrador nos prometió no intervenir en el Poder Judicial y encabezó su destrucción luego de querer ampliar el mandato de Arturo Zaldívar. López Obrador nos prometió erradicar el huachicol y todo fue una mentira. López Obrador nos prometió que las mascares eran cosa del pasado y tuvimos que atestiguar 45. Podríamos seguir horas.
López Obrador deja un peor país que aquel que recibió. Son datos, no relatos.