Planter será la primera rectora de la UdeG. En paralelo al género, es importante resaltar que la casa de estudios opta por un perfil más académico que político
El Consejo General Universitario de la Universidad de Guadalajara decidió que Karla Planter se convirtiera en la primera mujer que encabece la institución en 232 años desde su fundación y casi un siglo desde su refundación. No es menor. Planter se une a la larga lista de mujeres que rompieron el predominio masculino en distintas instituciones: Gobierno Federal, estatales y municipales, Congresos, la Corte, empresas. Sólo por ello, la UdeG ayer dio un paso histórico que marca un antes y un después para la institución.
No obstante, la elección de Planter no sólo es relevante por el género de la nueva rectora. Es también importante por su perfil académico. La Universidad de Guadalajara ha sido durante décadas una plataforma política. En especial la Rectoría. Por la silla de rector han pasado en los últimos años personajes como Raúl Padilla (jefe del grupo político de la UdeG hasta su muerte), Víctor Manuel González Romero (quien también fue secretario de Gobierno con Emilio González); Trinidad Padilla López (diputado local y federal); Tonatiuh Bravo (diputado, regidor, candidato a la gubernatura), o Carlos Briseño, de trágico final (quien soñó con ser gobernador).
Planter no tiene ese perfil de política electoral. Su currículum es el espejo de una carrera al interior de la institución. Desde la Rectoría de Los Altos hasta ser la Secretaria General de Ciencias Sociales. Tampoco se le conoce ni militancia partidista ni tampoco trabajo electoral. Su elección es un claro mensaje de una cierta despolitización de la casa de estudios. Es cierto que la UdeG seguirá siendo controlada por un grupo político y también es cierto que ese grupo político ha decidido tener un partido (Hagamos) y aliarse con otro (Morena). No obstante, el mensaje es que la rectoría se mantendrá al margen de esos procesos de negociación política. Lo que creo que es un paso en la ruta correcta.
Queda mucho por resolver al interior de la institución, pero es innegable que la Universidad de Guadalajara y su grupo político han logrado conducir correctamente la transición tras la muerte de Raúl Padilla. Tras su fallecimiento, dos caminos se abrían. El primero era la pugna interna y la división. La lucha encarnizada por el control de la institución tras la muerte del líder político. Sin duda hubo movimientos y reacomodos al interior de la Universidad -particularmente con el nombramiento de rectores de centro-, no obstante, nada más lejano a un terremoto político. Ricardo Villanueva logró reconstruir el diálogo roto con el Gobierno de Enrique Alfaro en Jalisco y construyó una alianza con Claudia Sheinbaum. El grupo político de la UdeG estaba aislada y arrinconada hace nada, un par de años.
El segundo camino era continuar actuando como un grupo político unificado. Pasar de una monarquía consultiva a una aristocracia. La prueba del algodón era la elección del rector. En sexenios anteriores, los rectores eran elegidos por Raúl Padilla, tras una serie de contactos y conversaciones con el sanedrín universitario y los líderes sindicales. Ahora existía mayor grado de autonomía para que distintos candidatos levantaran la mano. Al final fue un proceso que parece más auténtico que los anteriores. Incluso por la incertidumbre. Karla Planter -electa-, Mara Robles, Leticia Leal, Iván Moreno y Francisco Muñoz llegaron vivos hasta el último día. No digo que el nombre no estuviera pactado (la diferencia en votos en el CGU así lo supone); sin embargo, es innegable que hubo un procesamiento más democrático y meritocrático que en el pasado.
La UdeG tiene un largo camino por recorrer y necesita reformarse. No obstante, hoy da un paso muy positivo de cara al futuro. Puso a la academia por encima de la política. Eso es una buena noticia para Jalisco.