Cuando se cierran las alamedas

Ciudad de México /

Nunca se fue del todo Augusto Pinochet de Chile.

El general que tumbó y asesinó a Salvador Allende, el hombre que ordenó el bombardeo de La Moneda ejecutado por pilotos estadunidenses, el responsable de decenas de miles de desapariciones y asesinatos, el que perseguía y mataba a sus enemigos en Washington o en Buenos Aires, el dictador que tras 17 años en el poder se vio obligado a entregarlo —luego de un plebiscito— a un presidente civil, el que se mantuvo impune y, como senador vitalicio, gozó de la dieta parlamentaria y el fuero hasta su muerte en 2006, acaba de tomar el poder de nuevo.

No le hizo falta al dictador disparar esta vez un solo tiro para cerrar de nuevo esas alamedas de las que dijo en su último mensaje Salvador Allende: “Mucho más temprano que tarde se abrirán para que pase por ellas el hombre libre”. Fueron las y los chilenos, movidos por el miedo, la xenofobia y la frustración, quienes decidieron uncirse voluntariamente al yugo e instalaron de nuevo al viejo general en la presidencia.

Votó pues la mayoría, en las últimas elecciones, por su verdugo; la democracia como la razón, hay que decir parafraseando a Goya, también engendra monstruos.

Así como por los votos de los alemanes llegó Adolfo Hitler al poder, hoy llega a la presidencia de Chile, después de ganar con una ventaja de más de 16 puntos sobre su oponente, José Antonio Kast; hijo de un militante del partido nazi, de un combatiente del ejército alemán en la Segunda Guerra Mundial que, sin responder por sus crímenes, emigro a Chile en 1950.

Hechura de Pinochet, a quien defendió desde muy joven, a quien admira y cuyo legado se ha encargado de mantener vivo y vigente, es el hombre que ocupará, triste paradoja, los mismos espacios en los que despachara Salvador Allende.

Gano Kast reviviendo al general y, como Hitler cuando convirtió a los judíos en enemigos de raza, haciendo sentir a las y los chilenos que, como pueblo, su espacio vital se halla amenazado por los migrantes extranjeros.

De los desatinos y errores de un gobierno de izquierda que no supo y no pudo cumplirle a su pueblo, que no entregó resultados, sacó el pinochetista ventaja.

Donde falla la izquierda y el movimiento progresista se divide; renace con fuerza y sed de venganza la derecha. Cuando las alamedas se cierran solo permiten el paso a unos cuantos privilegiados.


  • Epigmenio Ibarra
  • Periodista y productor. Fundador de la prodcutora Argos. Corresponsal de guerra entre 1980 y 1990 / Escribe todos los miércoles su columna "Itinerarios"
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