La juventud, solo carne de cañón para los usurpadores

Ciudad de México /

Para quienes por órdenes de Washington usurparon la presidencia y nos impusieron la guerra, como lo hizo en 1911 Victoriano Huerta para destruir el legado democrático de Francisco I. Madero o Felipe Calderón para cerrar el paso a Andrés Manuel López Obrador en el 2006 y hacerse de una legitimidad de la que de origen carecía, la juventud de México ha sido solo carne de cañón.

El golpe de Estado de Huerta costó a nuestro país más de un millón de muertos. La guerra contra la droga de Calderón, cuyas secuelas sangrientas aún sufrimos, casi se acerca a esa cifra. Ambos usurpadores mandaron, desde sus oficinas blindadas y sin correr jamás riesgo alguno, a los jóvenes a matar y a morir y colocaron, además, a la población civil entre dos fuegos sin importarles las llamadas “bajas colaterales”. Derramaron correntadas de sangre porque así convenía a los intereses de la potencia extranjera a la que servían.

Huerta murió libre en París. Calderón anda entre España y México. Aunque a los dos los ha juzgado con dureza excepcional la historia, aún es tiempo de que el michoacano pague en vida por sus crímenes y termine, como su mano derecha, espía personal, confidente, amigo, estratega y secretario de Seguridad, Genaro García Luna, encerrado en una celda.

Los dos usurpadores se alzaron contra la voluntad ciudadana expresada en las urnas. Los dos traicionaron a la patria. Huerta se hincó, aquí en la CDMX, ante el embajador Henry Lane Wilson. Calderón lo hizo ante la CIA y la DEA allá en Washington.

Con la guerra sucede que puede preverse su estallido, pero nunca se sabe cómo ha de terminar. La Revolución es ya parte de nuestra historia; la cruzada de Calderón es aún un capítulo abierto y sigue cobrando vidas. Entre el 33.2% y el 35% de la población en México tiene menos de 25 años. O no habían nacido o eran niños cuando, hace 19 años, Calderón ordenó el despliegue masivo de tropas e inició la matanza.

A los mayores nos toca no olvidar jamás, no dejar de asumir y asignar responsabilidades; a las y los jóvenes burlar el cerco de silencio que la derecha -para volver por sus fueros- pretende tender en torno a lo sucedido.

Cerrar las heridas abiertas; abrir -como lo estamos haciendo al transformar a México- el futuro que la usurpación y la traición cancelaron, es la tarea. En nuestras manos está y de nuestros votos depende, que la juventud no sea nunca más carne de cañón.


  • Epigmenio Ibarra
  • Periodista y productor. Fundador de la prodcutora Argos. Corresponsal de guerra entre 1980 y 1990 / Escribe todos los miércoles su columna "Itinerarios"
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