¿El temperamento de alguien y la calidad de su obra están divididos? No deben disputarse en lo que precisa congruencia. Yerra quien asume que el éxito basta para justificar ingratitudes. Resulta lamentable mencionar que Louise Glück (1943), premio Nobel de Literatura 2020, quedó inmersa en una situación que la revela como persona.
Glück gana fama últimamente por algo indigno de reconocerse: rompió lazos editoriales con aquellos que la publicaban en español antes de que cualquiera se inclinara a favor de lo que escribía para atender otro interés, como quizás adquirir mayor ganancia económica. Difundir a un Nobel no tiene mérito, es una apuesta segura; descubrirlo y considerar que debe apoyarse durante el anonimato sí merece reconocimiento.
La editorial Pre-Textos creyó en Glück desde hace 14 años, privilegiando calidad sobre éxito, dándole un lugar. Ella, sin embargo, elige desvincularse de quienes estimaron el talento ignorando lo rentable. La poeta no ha pronunciado argumentos, pero el convenio quedó desactualizado y perdieron derecho sobre cualquier texto que pudiera redituarles su tiempo de confianza.
Al igual que en épocas de fanatismo ideológico, aparte de lo previo, agentes de Glück ordenaron que fueran erradicados libros que ya tuvieran impresos. ¿Cuántas lecciones más tienen que aprenderse? Pocos creen en el carácter ecuménico de la poesía y la divulgan, y son traicionados. Cabe cuestionar entonces lo genuino de una lírica supuestamente elaborada con nobleza.
El quehacer poético reivindica, es una vocación cuyo fundamento repudia condicionarse, y parece chusco que suceda. Implica corromperlo. Aunque, confiesa Alejandra Pizarnik, “existe en mí una sospecha de que lo esencial deviene indecible”.
@erandicerbon