¿ Puede la literatura curarnos de los males de la filosofía? De inicio el cuestionamiento produce un efecto intelectual significativo que permite pronunciarse con seguridad ante algo concreto. Lo que hay para discernir en grandes obras son nuestros juicios y si descubrimos excentricidades, aunque el autor sea popular, dejamos de tenerle buena fe. Iris Murdoch (Dublín, 1919-Oxford, 1999) perteneció a una generación en la que Londres fungía de capital cultural antes que París o Berlín, cenit del movimiento romántico.
Dedicada a cuestionar y luego repensar una tradición europea, sus contribuciones aplican al margen del siglo XXI. Amiga de Canetti, admiradora de Sartre y reconocida por George Steiner, sintetizó accesiblemente corrientes de pensamiento porque si lo que sabemos en términos filosóficos no estuviese sustentado con una doctrina, entonces Kant, Tolstói, Eliot, Dostoievski y tantos otros quedarían nulificados. Persisten definiciones que al deslindarlas del término resultan incongruentes y Murdoch contribuye con principios de arte y ética hasta dar con un denominador común más allá de la obsolescencia como rasgo.
Durante aquel entonces el pensamiento era de índole analítico: el feminismo, por ejemplo, trasmitía una intención no de igualdad, ya que hombres y mujeres naturalmente somos distintos, pero de equidad. Los ensayos y novelas de Murdoch están caracterizados por lo manipulable del temperamento humano. La salvación por las palabras (Ediciones Siruela, 2018) es una compilación de textos en apariencia contradictorios “frente a las amenazas de deshumanización que suponen el totalitarismo o el progreso basado en la tecnología”. Imperando sobre lo inoperable surge una necesidad por buscar alternativas que permitan, a pesar de ello, experimentar la vida. Murdoch da a conocer una variedad de temas que pretenden atenuar la tensión ética entre el bien y el mal sin utilizar un lenguaje impregnado de moralidad.
“Debemos ser pragmáticos, no entregarnos a la desesperación”, escribió en El libro y la hermandad, una afirmación en absoluto vana, puesto que nadie prevé el futuro. Haciendo extensible la teoría más allá del ámbito literario, en defensa de la civilización, le otorga un sentido comprensible en cualquier forma discursiva. “Murdoch clama en definitiva contra las cosas carentes de gracia ofreciéndonos a cambio (…) lo que quizá es la única salvación posible: la que ofrecen las palabras”.