Si la fuerzas de seguridad, federales o estatales, sufrieron un boicot como el de los gasolineros en Nuevo Laredo, estamos ante una terrible certeza: el doble gobierno no lo controla nadie.
Que las expendedoras se negaran a vender combustible a la autoridad no es un tema menor, es una afrenta directa, de poder contra poder, y en el que la sociedad no es un espectador, sino el campo de batalla. Lo ocurrido deja muy mal parado a los gobiernos, federal o estatal, y envía un muy mal mensaje a la sociedad, refleja la falta de garantías para la comunidad; reverbera el control de los grupos criminales y una manipulación que llega hasta el tuétano y no solo a la superficie cursi discursiva del tejido social.
Esta violación social y sistemática ha existido desde hace mucho tiempo: pactaba y protegía los giros negros como la prostitución, en las apuestas o las drogas, era su venia “normalizadora”; pero en las épocas del foxiato se desató como una plaga sobre los ciudadanos de a pie, y terminaron pagando piso hasta los taxistas y dueños de tienditas, profanando el derecho humano de la paz. Tres transiciones han caído en el camastro ideático, todos sin fortuna. La última pasó parló una controversia, hasta que esta pareció transformarse (con el perdón de la palabrita “cuatrotetiana”) en una anécdota: la amnistía. ¿Era esta una posibilidad? A mi ver lo sigue siendo.
El mensaje de López Obrador en Tamaulipas pidiendo a los criminales que recapaciten suena terriblemente a un grito desesperado, a un clamor inocente, pero también a una pauta que abre la puerta precisamente al perdón.
El guiño en Tamaulipas no es un hecho aislado, solo hace falta recordar que hace una semana dijo que los delincuentes también eran pueblo.
Negociar con los criminales es quizá la isla más próxima porque hasta el momento, operativamente, en armamento y en recurso humano, la carrera sigue del lado del crimen organizado, porque como se ha demostrado en Tamaulipas, utilizarán todos los recursos a su favor: boicots ciudadanos o niños sicarios. Hay un nebuloso futuro desde una mesa de debate iracunda, astillada por 12 años de historias que superan la ficción cada vez más sorprendentes. Y si no, qué. _