¡Qué calor!
En la construcción de un fraccionamiento se talaron tres grandes y enormes árboles. A la empresa inmobiliaria no se le ocurrió que una casa con un árbol tiene una gran plusvalía y obviamente, esos negocios piensan que la arquitectura o ingeniería amable con el medio ambiente es más cara que las ratoneras que venden por medio de los créditos hipotecarios.
O más simple, entre más árboles, más sombra, más oxígeno.
Whatever.
Diego, un amigo con quien comparto un curso literario e intercambio grillas socioculturales cada semana, me escribió al respecto del ecocidio, y lo asociaba directamente a la corrupción de los hombres de dinero, dígase empresarios, políticos, servidores públicos.
La “chingada hambre del dinero”, dirían algunos.
Objeté el comentario, y quise argumentar con la palabra con “p” (la homofóbica no, la otra), la real causa de los decisiones que afectan a la naturaleza, pero quedé en que es “ignorancia”.
La corrupción es inherente al poder, a su mitificación; en todos los países está ligado a la concentración del mismo con la bandera que usted quiera: política, grupal, ideológica, cultural; elija usted, amigo mío.
Y en tiempos del México con olor a 4T, “corrupción” es la palabra de moda, es el legitimador actual.
Sobre su apunte le comentaba al buen Diego, que si alguien tala un árbol o un chingo, si tira un papelito o montones de basura, que si alguien contamina el agua o el aire, es porque no saben que es cierto el tema del calentamiento global, ni por los climas extremos.
Es ignorancia no creer que el planeta puede colapsar, no percibir que la temperatura irá ascendiendo con los años, que los mares se comerán la tierra, que las sequías serán más graves, los torrenciales parecerán diluvios, porque la naturaleza busca curarse a sí misma del daño propio o del provocado.
Y es tan ignorante no creer que el desarrollo sustentable es crecimiento real a corto y largo plazo, sea de primer, tercer o quinto mundo.
Sí, la corrupción es el gran mal social del México actual; pero del humano es creerse, por ser la especie pensante, supremo, eterno y protegido.
El calor “infernal” , pese la naturaleza de la región costeña, provoca la queja y la reflexión, pero solo en lo que dura.
Aún quiero usar la palabra con “p”. _