Raúl Pazzi y el huapango quedito

tampico /

De mi infancia en la huasteca recuerdo una vaca pinta a la que no se qué le pasó (me la debes padre), el sonido del ferrocarril, caballos y sombreros, y mis abuelos a las 6 de la tarde sintonizando huapangos.
Luego, en un vacío incomprensible, el “chu-chu” del ferrocarril fue cada vez menos constante, cada vez menos “vaqueros” y el huapango se fue reduciendo… como mis abuelos.
He preguntado a los conocedores del género: gestores, músicos, difusores, promotores ¿qué le pasó al huapango?, porque ya no está en las plazas, en los restoranes, en el aire.
Varios, entre ellos Raúl Pazzi, el máximo exponente bailador del son huasteco, comentaba que había regresado a sus raíces, pero que había la esperanza de que pronto llegara a más lugares, porque era la música de la región, no las cumbias, no el reguetón.
En sus registros tenía el oficio de la extinta Conaculta, hoy desfondada Secretaría de Cultura, insalvable hasta el momento por la cuarta transformación, en la que ponía al pueblito de Tamós, como cuna histórica del huapango, en los años que entre la música de los nativos se fusionó con el flamenco de los colonizadores, que a su vez venía impreso de los fandangos africanos.
Pero para los gobernantes y para el pueblito, es la “ciudad cumbia”.
Platiqué con Don Raúl un par de ocasiones, y la pasión por el huapango brillaba en sus ojos cansados, recordaba con auto halago la fineza y lo radiante de la quinta, la jarana y el violín, condensado con el elegante paso jazzeado del cortejo, que desencadenaba en un furioso pero acompazado zapateo.
Hablaba de un ‘tablao’, porque así surgió, hegemónica colonización cultural, pero en los pueblos, decía, volaba el polvo.
En los últimos años, el huapango o son huasteco, comienza a tener cierto auge, hay más festivales, el son llega a los niños, se sale tantito de las casas de cultura, pero por seguridad se recula en los pueblos.
Pánuco, en un azote inadmisible a la memoria histórica no contaba con un encuentro, pero desde hace unos años lo tiene, creado por el mismo que desconoce que la ciudad cumbia es el pueblito donde nació el huapango. Aún así hay pasos importantes.
Don Raúl murió, a los 90 años, entre intromisiones políticas, víctima de chistes crueles y sobre un legado riquísimo, al final vio al huapango aun bailando, quedito, jazzeadito, esperando que detone el zapateado. _

  • Erik Vargas
  • erik.vargas@milenio.com
  • Reportero de oficio, periodista de opinión y contador de historias. Actual coordinador del área soft de Milenio Digital (M2).
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