Uniforme neutro. ¿Cuál es el problema?

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Apenas doña Sheinbaum oficializó el uniforme neutro en las escuelas básicas de la Ciudad de México, y convulsionó el cuerpo entero de la sociedad mexicana y vistió de homofobia la ignorancia, porque lo que el mexiquito macho entendió fue: los niños van a usar faldas.

Olvídese usted de la equidad; la subconsciencia imaginó un carnaval LGTB en las escuelas bailando el ratón vaquero.

El conservadurismo pululante entre dogmas arcaicos y estandartes decimonónicos ven más peligrosa la propuesta chilanga de la unificación del uniforme escolar que la polución del aire de la ciudad.

Es más, es tan “tóxico” que la queja es igual de fuerte en provincia, donde no hay efecto de la propuesta.

Desde sus filias y fobias lo traducen de una forma tan obscena como deprimente, incluso sin tomar en cuenta que en otras culturas, la mayoría de primero mundo, es completamente normal la falda masculina, pero no en el México macho y su esteoreotipado.

La oposición a esta iniciativa parece no entender que el objetivo es garantizar la igualdad de derechos, no imponer el uso de la vestimenta en los varoncitos; es decir, busca que las niñas no estén limitadas a usar pantalón, y obvio, aunque raramente demandante en nuestro México Bárbaro, que los niños pudieran usar una falda, de así quererlo.

Pero cegada, la Unión de Padres de Familia mostró un rotundo rechazo al uniforme neutro, porque argumentan, es un “adoctrinamiento a la ideología de género”, una “imposición” sobre la que anunciaron una serie de amparos, como ocurrió con los libros de texto por tener temas abiertos en la ideología de género.

Haciendo un paréntesis en ese punto: ¿de verdad es tan amenazante la ideología de género, pese a las tendencias globales que marcan la pauta de la evolución de las sociedades?

Siendo así, la postura es abiertamente misógina y homofóbica, a lo que reitero mi percepción: nadie está obligando a alguien a usar prenda alguna ni condiciona; la educación y formación sigue estando en las manos de los padres.

Es terrible y peligroso el temor a cualquier renovación social pese a las funcionalidades obsoletas, y hasta injustas, y generan controversias paradójicas formadas con base en ideas y aseveraciones parciales.

Total, si algo no le gusta, no lo use, no lo haga. ¿Cuál es el problema? _

  • Erik Vargas
  • erik.vargas@milenio.com
  • Reportero de oficio, periodista de opinión y contador de historias. Actual coordinador del área soft de Milenio Digital (M2).
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