Cuando planeamos un viaje, empezamos por elegir la maleta que nos vamos a llevar, buscamos una que sea adecuada en tamaño y comodidad.
Somos muy dados a llenar la maleta sin pensar que a donde vayamos, nos gustarán cosas que nos regalaremos, pero ya no tendremos espacio para esos recuerditos o regalitos.
Hacer bien la maleta es parte fundamental del éxito de un viaje, asegurándose de llevar en ella todo lo que se pueda necesitar, cuidando no empacar demás, porque llevar una maleta con mucho peso cansa y nos volvemos lentos para caminar.
En ocasiones con el objetivo de prevenir, se elige una maleta en donde quepa ropa para diferentes climas, por si llueve, por si hace calor, por si hace frío, porque no somos capaces de aventurarnos y vivir la experiencia.
Llevamos cosas que ni siquiera usamos y así como las llevamos, las regresamos desperdiciando espacio.
Nos olvidamos que todo lo que necesitamos, ya lo traemos puesto.
La maleta perfecta es aquella en donde se lleva todo lo que se necesita, y queda espacio para traer lo que se comprará.
En el viaje por la vida es igual, es decir, hay que saber empacar lo importante, dejando fuera el miedo, resentimientos, odio, apatía. Asegurar tener en la lista, paz mental y felicidad, pues la felicidad siempre hará vernos felices con todo lo que nos pongamos.
Viajar por la vida, es permitirse convivir con personas que jamás pensamos encontrar.
Viajemos ligeros con una sola maleta, que no falte el amor y el perdón en nuestro equipaje, desalojemos cosas que nos hacen daño y dejemos ir todo aquello que no nos sirve.
Revisemos bien la maleta de este viaje por la vida, recordemos que nuestra mente, muchas veces nos daña y que lo que pensamos, no siempre es la realidad
No permitamos que el trabajo nos atrape y la vida se nos vaya.
Los demás siempre tendrán algo porque vivir, así que no vivamos por ellos.
Soltemos apegos, es momento de necesitar menos cosas materiales y demandar más el vivir el aquí y el ahora, hagamos una limpieza del alma y empecemos a mudarnos a nuestra vida.
Pues no olvidemos, que no es más feliz el que más tiene, sino el que menos necesita.