El suicidio y nuestra responsabilidad colectiva

Jalisco /

El suicidio es un tema de una complejidad abrumadora, y simplificar sus causas o asignar responsabilidades de manera superficial sería irresponsable. Esta columna no pretende ofrecer respuestas definitivas, sino abrir espacio para la reflexión sobre el papel que cada uno de nosotros, junto con el Estado, puede y debe desempeñar en la prevención de esta tragedia. Naveguemos juntos por el terreno de la deliberación pública, donde el trabajo colectivo debe enfocarse en ofrecer a cada persona las herramientas necesarias para alcanzar lo que hoy entendemos como una buena salud mental.

El 10 de septiembre se conmemora el Día Mundial para la Prevención del Suicidio, una fecha que nos recuerda la urgencia de hacer las preguntas difíciles. ¿Podemos realmente prevenir el suicidio? ¿Hasta dónde puede y debe intervenir el Estado en un problema que, aunque social, también es profundamente personal? ¿Sabemos realmente cómo abordar este tema tan delicado?

La primera gran interrogante que surge está relacionada con el diagnóstico. Aunque contamos con información relativamente confiable sobre las tasas de suicidio y las características sociodemográficas de quienes mueren por esta causa, ¿realmente entendemos las causas profundas que llevan a una persona a tomar una decisión tan irreversible?

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de 700,000 personas se suicidan cada año en el mundo, y por cada suicidio consumado, se estima que hay al menos 20 intentos. La OMS señala también que el suicidio es la cuarta causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 29 años. En México, y particularmente en Jalisco, la Secretaría de Salud ha reportado un aumento preocupante en los casos de suicidio en los últimos años, principalmente en jóvenes y adolescentes.

Este panorama inquietante nos lleva a la primera gran tarea del Estado: el diagnóstico preciso. Para solucionar cualquier problema, primero necesitamos entenderlo completamente. Actualmente, parece que no tenemos un consenso claro sobre los conceptos para la prevención del suicidio, ni sobre los límites de la acción pública en este campo. Es cierto que hemos avanzado, en gran medida gracias a la labor incansable de los profesionales de la salud mental, pero aún hay mucho terreno por cubrir.

Sabemos que la información nunca será perfecta, y que debemos actuar con lo que tenemos. Por eso, es crucial recordar que la salud es un derecho humano fundamental. Aquí es donde el Estado debe intervenir con fuerza y asegurar las condiciones que faciliten el acceso a la salud mental: desde personal médico calificado hasta servicios accesibles que mejoren las condiciones relacionadas con el bienestar emocional. Según datos de la Secretaría de Salud de Jalisco, la entidad ha implementado programas para incrementar el acceso a servicios de salud mental, pero persisten deficiencias en recursos y personal especializado. La falta de estos servicios, particularmente en las zonas rurales, agrava la situación.

A nivel social, hemos progresado en la medida en que el "awareness" o conciencia sobre el suicidio ha aumentado. Este tema, que alguna vez fue un tabú cargado de mitos y malentendidos, está ahora en el centro de muchas conversaciones. Sin embargo, este avance no es suficiente. Como sociedad, debemos ir más allá. Es necesario exigir a los gobiernos mejores condiciones para los tratamientos preventivos, más redes de apoyo y una discusión crítica que cuestione incluso nuestros propios prejuicios sobre la salud mental y el suicidio.

La conversación sobre el suicidio es compleja, técnica y, muchas veces, contradictoria. Y, aun así, cada pérdida humana que podría haberse evitado nos recuerda que debemos seguir trabajando. La OMS y otras organizaciones internacionales destacan la importancia de abordar el suicidio no solo desde la salud mental, sino desde un enfoque multidimensional que involucre la reducción de la pobreza, el fortalecimiento de las redes sociales y la creación de entornos más saludables.

El suicidio es una tragedia que, en muchos casos, puede prevenirse. Pero no es solo responsabilidad del Estado o de las instituciones de salud: es un desafío colectivo. Cada uno de nosotros puede desempeñar un papel clave en la creación de una sociedad más comprensiva y solidaria, donde la salud mental se priorice y donde ninguna vida se pierda debido a la falta de atención adecuada.


  • Ernesto Gutiérrez
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