Árboles y contabilidad

Jalisco /

Una de las primeras leyes de la ciencia contable; es más: la esencial, dice que “ingresos menos costos igual a rendimientos”. En finanzas es el mismo principio: activos menos pasivos igual a capital.

Hace 4 mil años, al arribo de los indoeuropeos a Europa desde el Valle del Río Indo (como su nombre lo indica) los países europeos sufrieron el más descomunal desmonte para el creciente establecimiento de la agricultura, sobre todo de cereales. Esa enorme desforestación fue, sin duda, superior a los destrozos que hoy está sufriendo la Cuenca del Amazonas.

En México: las carreteras de cuota y federales podrían, con gran facilidad, doblar el número de árboles, si no frutales y maderables, sí generadoras de verdor, follaje y de oxígeno. No solo casuarinas o eucaliptos llegados de Australia; también cedros, pinos, fresnos, pirules, sauces, guamúchiles, según el caso; incluso arbustos de rápido crecimiento (promovida por el ingeniero David Ibarra desde 1940).

Hasta la CONAGUA, con su nueva visión, podría utilizar las zonas federales que circundan los cuerpos de agua de todo el país para establecer en ellas bosquecillos de ahuehuetes, o sea sabinos. La queja de muchas amas de casa, incómodas por la cantidad de basura que generan las hojas, podría volverse a favor de contar con materia orgánica para las plantas domésticas.

Se puede generalizar afirmando que la incipiente, y creciente, conciencia ecológica de muchas personas tiene todavía un sesgo solo conservacionista. En las actuales circunstancias, locales y globales, esa actitud tiene que transformarse en proactiva. La vida del planeta es plenamente recuperable.

Ahí es donde entra la contabilidad. Bien está alarmarse por las emisiones vehiculares de anhídrido carbónico; o las de metano. Mejor estará, además, contribuir a las emisiones de oxígeno. Parece sentirse el recelo de los grandes consorcios empresariales porque, al retener de manera doméstica el agua de lluvia, o producir y retener energía solar, se está de hecho democratizando la vida sustantiva, y haciéndola autónoma.

El agua es la vida; el agua no se acaba. Siempre se recicla. Llueve, empapa el acuífero, corre por sus cuencas, llega al mar, se evapora y vuelve a llover. Por lo demás, los hidrocarburos y los carbones no son más que sol acumulado y fósil. Esas sí se acaban. El agua es portadora de vida; y también de muerte. La especie humana usa y abusa del agua: la contamina, la envenena, la desparrama; invade, bloquea y cierra sus cauces naturales; y luego lamenta las consecuencias de su terrible poder al desbocarse.

Hasta un aeropuerto quisieron hacer, en su arrogancia, en el fondo de una cuenca cerrada con 7 ríos confluyendo. La prepotencia con el agua tiene altos costos para los seres humanos. Ahora que se están replanteando los contenidos en la educación pública, bueno sería que se incluyera, entre otras lecciones para la vida en común, el conocimiento de las inexorables leyes de la hidráulica. En Tabasco están muy difundidas en el colorido lenguaje regional.

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  • Esteban Garaiz
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