En la República mexicana, en este 2021 que termina, ser legalmente asalariado es una clara situación de privilegio: salario mínimo, jornada laboral máxima, descanso semanal, vacaciones, jubilación. No cualquiera.
Todos derechos laborales derivados del centenario artículo 123 desde 1917.
La Comisión Nacional del Salario Mínimo (CONASAMI), de funesta actuación legal, durante más de 40 años ha establecido ahora una considerable mejoría.
Aunque no recupera todavía el poder adquisitivo que tuvo el salario mínimo en 1976: el año último del Secretario del Trabajo Porfirio Muñoz Ledo; y que perdió en 30 años hasta llegar a ser menos de la cuarta parte.
Todos los conductores urbanos saben y constatan que cada crucero es generador de varios importantes empleos: malabaristas, limpiadores de parabrisas, distribuidores de mazapanes, vendedores de chicles, mujeres con el chilpayate enrollado en el rebozo, y otros ingenios diversos; que no han logrado todavía el anhelado status y la importante categoría de asalariados proletariados.
En varios países del globo, ser de izquierda significa ser laborista, o sea, estar a favor de los trabajadores asalariados. La pregunta por estas tierras es cómo hacer justicia a los millones de seres humanos, que no han logrado llegar a la escala de asalariados con los derechos proletarios de ley.
Como ya hemos venido diciendo en este espacio de expresión, la palabra “populista” es un vocablo de origen ruso. La inventaron y utilizaron los bolcheviques marxistas por el año 1900 para referirse a quienes creían y sostenían que el impulso revolucionario venía de todo el pueblo y no sólo, como postulaban ellos, de los trabajadores asalariados proletarios.
Cosa, por demás, nada extraña en Rusia, país entonces poco industrializado y mayoritariamente agrario de estructura latifundista como era el Imperio Ruso.
Las comparaciones con nuestra realidad social resultan inevitables, a pesar de la distancia en tiempo y espacio.
Seguimos teniendo en México millones de personas trabajadoras que todavía aspiran y que todavía no han logrado obtener un empleo que legalmente les garantice los derechos laborales de cualquier sociedad civilizada: salario mínimo, jornada máxima, descanso semanal, vacaciones, seguridad social para ellos o ellas y sus familias.
Situación que, como es sabido, se ha agravado internacionalmente con la pandemia, que no acaba de ceder, y de la que todavía no nos recuperamos plenamente.
Largo trecho nos queda todavía para transitar de una sociedad virreinal: de súbditos que nacieron para callar y obedecer, a una genuina sociedad republicana regida por los principios básicos de igualdad, libertad y fraternidad, donde el pueblo: la gente sea la soberana y los gobernantes sean los mandatarios, o sea, mandaderos de la sociedad.
Algún día la República mexicana, gobernada por el pueblo proletario, logrará contar en su economía real un porcentaje del factor trabajo similar al que hoy cuentan en su producto nacional bruto países como Suecia, Noruega, Alemania, Dinamarca, China, Finlandia o Japón.
Esteban Garaiz
egaraiz@gmail.com