En el gobierno ven la detención de Tomás Yarrington en Italia esta semana como un regalo caído del cielo que los ayudará a ganar lo único que les importa: la elección del Estado de México en junio.
Esto, a pesar de que el propio presidente Peña cuestionó, cuando era candidato en 2012, que se investigara a Yarrington. En su momento sugirió que era interferencia electoral (http://bit.ly/2plooNv).
Sin embargo, hay un pequeño problema: México, a pesar de que la PGR se adjudicó el crédito de la detención en un inicio, no tuvo participación alguna en la captura de Yarrington. Fue la Interpol a petición de autoridades estadunidenses, no mexicanas.
La Presidencia podrá decir que le interesa luchar contra corrupción y crimen, pero en el día a día hace poco y nada para cambiar la situación actual.
Prueba de ello es el sucesor de Yarrington, Eugenio Hernández. Hernández se presentó a votar en su casilla local en la elección a gobernador del año pasado. Se placeó, se dejó sacar fotos y salió del lugar sin mayor molestia. Nadie hizo por detenerlo, a pesar de que la DEA tiene una orden de captura en su contra (http://bit.ly/2p0CIil) y de que la propia PGR lo investiga desde hace años.
Cosas similares han sucedido con otros ex gobernadores. A Javier Duarte se le dio un día de ventaja cuando el secretario de Gobernación le avisó que el gobierno iba por él. Roberto Borge está fuera del país desde sus últimas dos semanas como gobernador. César Duarte pudo cruzar la frontera sin mayor problema; incluso intentó iniciar un proceso de naturalización en Estados Unidos.
Ángel Aguirre. Roberto Borge. Gabino Cué. César Duarte. Javier Duarte. Fidel Herrera. Eugenio Hernández. Arturo Montiel. Humberto Moreira. Juan Sabines. No son ni serán todos. Pero por alguno de ellos se podría empezar.
Ha caído Tomás Yarrington, pero no gracias al gobierno mexicano. Una vez más fue Estados Unidos quien hizo el trabajo por ellos. Eso al menos garantiza algo bueno: no habrá túnel por el cual pueda intentar fugarse.
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