Esta noche se estrena en México el quinto y último capítulo de Chernobyl, una coproducción inglesa-estadunidense que cuenta la historia del desastre nuclear más grande del siglo XX. La serie de ficción, cuya fuente principal es el impresionante Voces de Chernóbil de la premio Nobel bielorrusa Svetlana Aleksiévich, muestra, con acucioso detalle, la explosión del reactor nuclear soviético y sus secuelas. No solo las físicas, que al día de hoy siguen siendo palpables, sino las estatales: los efectos de Chernóbil cimbraron la ya fisurada estructura estatal de la Unión Soviética (URSS).
La historia es en general conocida: el 26 de abril de 1986 el reactor número cuatro de la planta nuclear Vladímir Lenin en Prípiat, Ucrania, explotó después de un simulacro de seguridad. Durante los días siguientes, la información fluyó a cuentagotas: el accidente salió a la luz después de que científicos en Suecia detectaran niveles inusuales de radiación en su país.
Al día de hoy Prípiat es un pueblo fantasma y así se mantendrá durante miles de años.
Lo interesante de Chernobyl es ver cómo se mueve ese monolito burocrático conocido como la URSS. Su primera reacción es de autopreservación. No de sus ciudadanos, sino del aparato: por más que los científicos encargados del reactor alertan de las consecuencias inmediatas y los pasos a seguir para contener la catástrofe, la burocracia hace oídos sordos. Lo que ustedes creen que sucede no sucede en verdad porque así lo dice el Estado, es el mensaje que se transmite por la cadena de mando. La realidad es lo que nosotros decimos que es.
Sin embargo, esa realidad termina por vencer a la URSS. La radiación se esparció por el continente europeo. El desastre resultó imposible de ocultar y 33 años después sabemos qué sucedió e incluso podemos ver una magnífica recreación en televisión.
Dicen algunos estudiosos del tema que la serie no es del todo fiel a los documentos históricos, y que como buena ficción los exagera. Pero al mismo tiempo concuerdan en su valor esencial: Chernobyl no es sobre si el botón de seguridad AZ-5 falló en el momento crucial, sino sobre la hibris de nuestra civilización, que se cree capaz de imponerse al universo mismo.
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