El sexenio pasado el gobierno malversó hasta los clips. Basta con ver los resultados del reporte de la Auditoría Superior de la Federación del último año de la administración anterior para entender la gravedad del asunto. Entre muchas otras cosas: pagó más de 5 mil millones de pesos en campañas mediáticas que no pudo comprobar y desapareció más de 2 mil 600 millones de pesos destinados para el aeropuerto que entonces construía (https://bit.ly/2I72Xet). La corrupción no quedó ahí: se esparció por todo el Estado. Petróleos Mexicanos terminó vendiendo crudo rebajado con agua (https://bit.ly/2Vspxq4). Cabe resaltar que el último año ni completo fue: para el 1 de diciembre el gobierno anterior ya se había ido.
No por nada el Partido Revolucionario Institucional obtuvo su peor resultado electoral y no por nada ganó, por amplia mayoría, la opción que dijo ser la antítesis del partido en el poder: el regreso del PRI en 2012 trajo consigo la corrupción de antaño, y la estocada fue aún más profunda porque en campaña prometió ser distinto. Fue tal la traición a los ciudadanos que el candidato que había perdido las elecciones anteriores finalmente llegó al poder y lo hizo con margen holgado.
Sin embargo, en lugar de tomar el pasado reciente como arquetipo de lo incorrecto, el gobierno actual lo usa como manto protector. Cada que sucede algo que semeja al sexenio previo, en lugar de condenarlo, se minimiza en comparación con lo que ocurría antes. Ahí está la elección ilegal de la titular de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos; ahí está el atropello en Baja California, donde por arte de magia se extendió una gubernatura de dos a cinco años. Ahí están incontables ejemplos en tan solo 15 meses de la nueva administración.
Pero esos casos ni a cacahuates llegan, se argumenta. De hecho hasta legales son, aunque no haya evidencia que lo compruebe. Y de igual manera qué, si antes nos robaban un día sí y otro también. Somos distintos a los anteriores, a los que tanto daño hicieron. Compararnos con ellos, eso sí calienta, por usar el argot presidencial.
En algo tienen razón: el país ya cambió. Transita de la cleptocracia a la kakistocracia. De la corrupción al cinismo como principio rector. Y sí, no son lo mismo, pero cada uno hace daño a su manera.
@esteban_is
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