Basta con revisar la prensa de ayer para refrendar lo que sabemos desde hace décadas: México es un país letal para la juventud.
Ayer en primera plana de un diario nacional se publicó la fotografía de niños de entre 6 y 16 años de edad que empuñaban rifles en defensa de su comunidad en Chilapa, Guerrero, después de que un comando calcinara a 10 personas.
La historia nos dice que esos niños embozados tendrán una de tres posibilidades cuando crezcan: subsistir como campesinos y vivir debajo del umbral de la pobreza, unirse al crimen organizado y reducir su expectativa de vida sustancialmente, o emigrar para ser detenidos por guardias fronterizos en Estados Unidos.
Ayer, también en primera plana, podíamos observar la fotografía de padres manifestándose en el aeropuerto de Ciudad de México porque, por enésima vez, las autoridades les dijeron que no había medicamento para tratar el cáncer de sus hijos. Puede ser culpa de los oligopolios farmacéuticos; puede ser culpa del servicio de salud que durante décadas funcionó con el mínimo indispensable; puede ser culpa del gobierno actual que cambió todo un sistema sin tener idea de cómo reemplazarlo. Puede ser culpa de los tres juntos, pero en este país hay niños cuyo cáncer no es tratado debido a una negligencia criminal.
Y ayer, en redes sociales, pudimos atestiguar cómo la Guardia Nacional separó a menores de sus padres en la frontera sur. El flamante cuerpo de seguridad creado por esta administración se dedica, casi en exclusiva, a detener —y rociar con gas pimienta, según los testimonios— a migrantes cuyo único delito es querer huir de las terribles condiciones en su país.
El horror del que escapan es tal que están dispuestos a cruzar México, donde pueden ser detenidos, extorsionados, secuestrados, torturados y hasta ejecutados. Todo para que, en el mejor de los casos, la patrulla fronteriza estadunidense los obligue a esperar en campamentos inhóspitos de este lado del río durante años —con el aval de este gobierno, cabe agregar—. Y de ahí no hay salida.
Porque ser niño en México es el horror de tener hambre, de no tener futuro. De no tener derechos básicos. Es, en pocas palabras, una sentencia de muerte.
@esteban_is
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