El padre de la Patria

Ciudad de México /

Como otras tantas cosas que guían la política pública del actual gobierno, la propuesta de regresar el asueto de los días festivos a sus fechas originales puede calificarse como “ocurrencia”.

Sin embargo, esta decisión, que como buena ocurrencia parece tomada a la ligera, revela uno de los aspectos fundacionales del trabajo que el presidente en turno piensa es su deber desempeñar: el de padre de la Patria.

La justificación detrás de la propuesta es sencilla. Dice el Presidente que los niños de hoy ya no saben qué se festeja cuando se les da un lunes libre; como si las escuelas, por el simple hecho de mover la fecha, dejaran de enseñar el contenido del programa de estudios. La condescendencia en su máximo esplendor.

Si se le hiciera caso a quien se estila como padre nacional, esta degradación moral, por ponerla en sus términos, se revertiría. Como dijo el 5 de febrero en tono paternal durante su conferencia matutina: “el que no sabe de dónde viene nunca va a saber adónde va”.

Bajo ese entendimiento de su papel, es necesario que el Presidente, y por extensión el gobierno e incluso el Estado, doten de una identidad a los mexicanos. Que les digan quiénes son y qué hacen aquí. Poco importa que en una República el deber de un presidente sea el contrario, gobernar en representación. No fue ungido, ni su puesto heredado. Fue votado.

Esta manera de pensar se ancla en un documento escrito hace 76 años y desdeñado en su época: la Cartilla Moral de Alfonso Reyes, libro que ahora se encomendó distribuir a las diversas Iglesias del país. La católica se negó; en cambio, un grupo evangélico está feliz de que se le comisione este proceso de reeducación moral (https://bit.ly/31vv6VC).

En la interpretación presidencial, fundada en la Cartilla, el Presidente debe trascender la obligación terrenal de gobernar. Debe también ser el paterfamilias y educar a sus hijos, e incluso el líder espiritual que conduzca al rebaño a buen puerto. En más de un sentido de la palabra, debe ser el Padre, con “p” mayúscula.

Ése es el lugar que busca en la historia del país. Quiere que se le equipare con el Tata Lázaro Cárdenas, cuyo sobrenombre bien podía significar “papá” o “señor”. Nada más y nada menos.

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  • Esteban Illades
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