El 1 de julio de 2018, más de uno dijo —incluido quien esto escribe— que si alguna buena consecuencia traería consigo el rotundo triunfo electoral de Morena sería el fin del PRI. Algunos priistas se refirieron, con sarcasmo, como “ternuras” a quienes vaticinaban el fin del partido de Estado.
El fin del PRI no fue tal: como la energía, solo se transformó. No solo porque la estructura morenista arropó a personajes que merecían el juicio justo de la historia en lugar de una cuarta oportunidad, sino porque, en un año, el nuevo partido de mayoría se empeñó en seguir los pasos de aquello que prometió no ser.
De inmediato, al igual que el PRI, Morena buscó su propia confederación de sindicatos. Lo hizo a través de un conocido líder sindical… de los tiempos de bonanza priista. El corporativismo de antaño le pareció la solución del futuro: si antes funcionaba, por qué ahora no. Todo cabe dentro de las siglas del partido, en especial el Estado.
Luego volvió irrelevantes instituciones torales que permanecían fuera de su control. Harta tinta se ha derramado sobre los órganos descentralizados y desconcentrados, pero baste recordar que su creación obedece, históricamente, a que en México los partidos políticos actúan en favor de sus intereses, y no de sus representados.
Esto a pesar de la arrogancia, en boga otra vez, de pensar que el voto mayoritario justifica todo. Incluso los atropellos a la ley y a la Constitución, tal y como hacía el anterior partido de Estado y hoy replica el actual.
Ahí está la CNDH, cuya titular, elegida en franca violación de ley, guarda silencio frente al oprobioso trato estatal a los migrantes extranjeros. Ahí están las instituciones reguladoras de energía e hidrocarburos, creadas para enfrentar los problemas del siglo XXI, hoy destripadas porque no son de utilidad al partido. Ahí está el INE, bajo la constante metralla estatal de denuestos.
Y ahí está el pase de charola en la cena de Palacio Nacional antenoche: un Presidente que le tuerce el brazo a los empresarios para participar en la simbólica pero millonaria rifa de una aeronave.
Porque, a fin de cuentas, Morena y el Presidente ya decidieron que ese avión se convertirá en, ¿qué más?, razón de Estado.
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