Los bomberos y el incendio

Ciudad de México /

Digamos que México es una casa en llamas. Sea esta figura, quizá, una en la que gobierno y oposición pueden coincidir: hay humo al interior, el fuego se asoma por las ventanas y la estructura luce endeble. A los habitantes de la casa les preocupan dos cosas: una, el peligro inmediato. Si se podrán salvar o no. La otra, la estructura de la casa una vez consumido el incendio. Si será habitable o si se tendrá que reconstruir desde cero. Esa segunda preocupación, valga la redundancia, es secundaria. Lo que importa en el corto plazo es salir vivos.

Digamos que la mayoría de los habitantes de la casa se ponen de acuerdo y llaman a un nuevo cuerpo de bomberos. En tiempos anteriores se había buscado al cuerpo de siempre, pero la respuesta del otro lado de la línea era más o menos la misma en cada ocasión: no se preocupen, solo son unas chispas. Ustedes las pueden apagar solos. No es necesario que los bomberos nos encarguemos de ello.

Sin embargo, esta compañía de bomberos responde de manera distinta. La respuesta del jefe es inmediata: vamos para allá. Suena la alarma, alerta a los compañeros y todos se suben al camión en dirección a la casa.

Llegan en pocos minutos con la adrenalina al máximo. Hay aplausos alrededor. Ven que el incendio ha consumido una parte sustancial de la estructura, que hay varios habitantes que agonizan dentro. Y entonces el pánico se apodera del jefe. Los demás bomberos le piden instrucciones. Le piden ir por la manguera e intentar apagar el incendio. No hay tiempo, responde. Agarren la cubeta más cercana y echen agua lo más rápido posible.

Los bomberos siguen la orden del jefe sin chistar. En lugar de esperar unos minutos más para que la manguera funcione y el incendio pueda sofocarse, utilizan las cubetas una y otra vez, sin éxito alguno. El agua, tan poca, no es rival para el incendio. Las flamas avanzan.

Algunos habitantes de la casa gritan desesperados al ver que el incendio vencerá a los bomberos. Otros se congratulan de que al menos aparecieron esta vez. El jefe, ante las flamas, solo atina a decir: estamos haciendo nuestro mejor esfuerzo. Quien diga lo contrario miente. Pues sí, pero de nada sirve si la madera de la casa comienza a ceder.

@esteban_is
Facebook: /illadesesteban

  • Esteban Illades
Más opiniones
MÁS DEL AUTOR

LAS MÁS VISTAS