El eco en los pasillos del poder resuena con voz femenina, y se manifiesta en la reciente medida del Instituto Nacional Electoral, estipulando que en las elecciones para gobernador de 2024, de los nueve estados que estarán en juego, al menos cinco deben tener mujeres candidatas, desafiando así a los partidos políticos y sus cúpulas.
Morena, el partido gobernante, llevó a cabo un proceso de designación de candidaturas utilizando encuestas para medir el conocimiento y la aceptación general. Este proceso, aunque diseñado para identificar candidatos con sólidas trayectorias políticas, reveló una inclinación hacia los hombres. De los estados en disputa, solo dos mujeres ganaron la preferencia. Sin embargo, el criterio de paridad del INE hizo evidente que algunos hombres tendrían que ceder sus candidaturas a mujeres, y así sucedió en Ciudad de México, Jalisco y Guanajuato.
Esta situación generó críticas y resentimiento, acusando a las mujeres de beneficiarse injustamente. Paradójicamente, lo verdaderamente injusto es la subrepresentación política de las mujeres, a pesar de ser más de la mitad de la población. Hasta algunos analistas y usuarios de redes se aventuraron a etiquetar la paridad como caridad, implícitamente aceptando que son los hombres quienes tienen el control y el poder de "otorgar" igualdad, ignorando que la paridad es un derecho fundamental para equilibrar desequilibrios históricos promoviendo una representación democrática de la sociedad. Aunque figuras como Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez llegaron hasta la candidatura presidencial, su ascenso reflejó la reluctancia masculina a adaptarse al cambio, pues a pesar de haber llegado al poder gracias a su capacidad de hacer política, no se puede negar que también enfrentaron retos adicionales impuestos por aquellos que no estaban dispuestos a aceptar la evolución en la dinámica de género en la política. Ahí el argumento de la 'meritocracia' pierde validez, ya que son los hombres quienes han mantenido un campo de juego desigual. Por ello, las mujeres han forjado mecanismos institucionales para disputar el poder.
El respaldo de quienes ganaron sus encuestas a las mujeres finalmente elegidas demostrará su compromiso con una representación equitativa y justa. Tal decisión podría distinguirlos como pioneros en la lucha por la igualdad, asumiendo la responsabilidad de actuar no solo en pos de logros individuales, sino también en beneficio del bienestar colectivo. Resultará interesante observar cómo los críticos de la paridad terminan haciendo con fervor y entusiasmo una campaña por una mujer, que no estaría ahí sin las cuotas de género. Eso sería el más puro ejemplo de morderse la lengua.