La jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, antes de la elección intermedia padecía el dilema entre optar por ser ella o despojarse de su identidad para estar a la medida de la forma de ser de López Obrador. Su mejor decisión fue conservarse a sí misma, como muestran su postura respecto a la gestión de la pandemia y su diferencia con la directora del Conacyt en su confrontación hacia la comunidad científica y académica.
La contienda y su desenlace la hicieron cambiar. También cambió el Presidente. Se acentuó su sentimiento de guerra ante el escrutinio de los medios y por el creciente rechazo en los sectores urbanos. El resultado de los comicios debió resultarles traumático. Perdieron asientos en la Cámara de Diputados y la mayoría votó en contra de Morena en casi la totalidad de los grandes centros urbanos, incluyendo a la Ciudad de México.
Ante la fragilidad inesperada, el Presidente radicalizó su postura, su intolerancia y anticipó los tiempos sucesorios adelantando a Claudia Sheinbaum como favorita y a Ricardo Monreal como el último de la fila, a quien se le colgó la responsabilidad de los malos resultados. Claudia dejó atrás el dilema para actuar a la medida de López Obrador. Se despojó de su mejor yo, y frente a muchos temas de sensibilidad actuó a contrapelo de lo que es, cree y siente.
Claudia perdió más de lo que advierte. Su deterioro político es evidente, a pesar del buen manejo del programa de vacunación por el gobierno de la ciudad y los avances que ha habido en materia de seguridad con García Harfuch. La tragedia de la Línea 12 del Metro la afecta, además ha quedado comprometida en el conflicto entre Scherer y Gertz; junto con el gobernador de Veracruz ha promovido el uso de la justicia penal para combatir adversarios, un muy preocupante precedente de rancio autoritarismo.
En los primeros tres años de gobierno, la incertidumbre se limitaba a la selección del candidato, no al resultado electoral. La elección intermedia y su secuela obligan al presidente pensar no sólo en la continuidad de su proyecto, aspiración del todo legítima, sino quién puede ganar la elección. Las posibilidades de Claudia Sheinbaum van a la baja; se complica todavía más para ella si Morena pierde más de un estado en las próximas elecciones de gobernador, y mayormente si la oposición prevalece en el Estado de México y Coahuila, el año previo a la elección presidencial.
Claudia superó su dilema. Ahora lo tiene el presidente López Obrador, quien podría mantenerse en su determinación de hacer candidata a Claudia a toda costa, incluso bajo el riesgo de fractura en su propia coalición. Sin embargo, la obstinación puede llevar al desastre electoral. Al momento de decidir deberá tener presente que sus dos antecesores no sólo perdieron la elección, sino que el candidato de su partido quedó en el tercer sitio de las preferencias ciudadanas.
Federico Berrueto
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