Sabemos que en el ámbito académico también se cuecen habas. Relaciones de acompañamiento y asesoría que se trastocan en vínculos sustentados en el abuso y la manipulación, meramente transaccionales, y donde se pervierte la tutoría para volverse tierra fértil donde crece la manipulación, la venganza, el sexismo y los egos desorbitados con plagios y auto plagios de por medio: no sólo entre investigadores-docentes y estudiantes, sino también entre colegas y entre los propios grupos de compañeros y compañeras, rivalizando a la mala y buscando el propio beneficio. Un par de películas que se desarrollan en estos contextos universitarios y en las que, además, se introduce el ingrediente del abuso sexual con las consecuencias correspondientes para las y los involucrados, presentando distintas reacciones personales e institucionales.
La vida sigue
Lo siento, cariño (EU, 2025) es el sorprendente y notable debut como directora de Eva Victor, también responsable del guion y de interpretar a Agnes, una estudiante de literatura y aspirante a ocupar una plaza de docente que padece un abuso sexual por parte de su tutor (Louis Cancelmi), con quien mantenía una buena y cercana relación académica, incluso compartiendo algún libro de primera edición de Virginia Wolf. El relato acompaña el difícil proceso experimentado por esta mujer más enfocada en ver hacia adelante que en quedarse absorbida por el ataque, si bien los recuerdos y las consecuentes emociones se resisten a dejarla en paz, sin dejar de lado un sutil e irónico tono.
Estructurada en episodios que rompen la linealidad cronológica, la cinta empieza con la visita de la amiga incondicional ya casada (Naomi Ackie, solidaria), a la protagonista, donde le cuenta que está embarazada vía inseminación artificial y asisten a la reunión del pequeño de grupo de posgrado con quienes estudiaron, en el que se incluye una envidiosa y alterada compañera (Kelly McCormack, alterada); de ahí, el relato va al pasado, en la etapa estudiantil y el ingreso como profesora, para después transitar nuevamente al presente con la visita de su gran amiga y su esposa (E. R. Fightmaster), posterior a la primera parte: una secuenciación que funciona desde el punto de vista narrativo para darle sentido al relato.
Después de representar algunos momentos cotidianos que se vuelven estresantes en la serie de comedia Eva vs Anxiety (2019-2020), Victor ahora se introduce en un contexto universitario de posgrado con dosis justas de drama y comedia, entre un humor seco y ternura contenida, para analizar la manera en la que un suceso en específico -la agresión sexual- se va gestando y se desarrolla para derivar en diversas consecuencias para los involucrados: la renuncia como puerta de escape en el caso del perpetrador, la negativa a demandar para no afectar al hijo del tutor y los momentos de angustia posteriores que se entremezclan con reflexiones acerca de cómo sobrevivir al hecho, considerando el “apoyo” de la institución y la insensibilidad del médico en cuestión.
A pesar de ser un tema que se ha tratado con frecuencia, el filme propone ciertos apuntes distintivos, sobre todo desde la perspectiva de la víctima, en relación a la forma en la que, a pesar de la terrible experiencia, se pueden construir aprendizajes y reflexiones, un poco como cuando se comenta en una clase el texto Lolita de Nabokov: ahí está la adopción de la gatita y la ida a comprarle su comida; la conversación con el hacedor de sándwiches (John Carroll Lynch, sapiente), más allá de la basura y el posterior disfrute de un bocadillo mientras se lee a Sontag; los encuentros con el accesible vecino (Lucas Hedges, atento); el descubrimiento del pequeño ratón y, por supuesto, el mensaje que la protagonista le da a la bebé que ha quedado unos minutos bajo su cuidado.
Acompañada de breves y nostálgicas piezas de Lia Ouyang Rusli, la cámara enfatiza los momentos de alegría en contraste con la soledad en la que la ahora profesora ha decidido vivir, a partir de indicativos planos generales con el bosque frío como escenario principal; se aproxima a la intimidad de los interiores pero también se queda afuera de la casa del tutor, atestiguando a través de una dolorosa elipsis en la que va oscureciendo y las luces del interior se encienden, la transformación de una asesoría para la tesis en un momento de fragilidad frente al abuso que tres años años después la sigue persiguiendo y acechando, si bien lejos de incendiar la oficina, termina ocupándola, literal y metafóricamente hablando.
La vida se interrumpe
En Cacería de brujas (After the Hunt, EU-Italia, 2025), Luca Guadagnino y la guionista y actriz Nora Garrett, plantean un dilema para una profesora que ya de antemano carga un peso desde la adolescencia, además de complicar su situación en la facultad por el robo de una receta a la psiquiatra universitaria: ahora una alumna de familia adinerada, que trata de imitarla y sobre quien hay sospecha de plagio en la elaboración de su tesis, acusa a uno de sus profesores adjuntos, amigo además, de agresión sexual, por lo que de alguna manera tendrá que tomar partido, mientras su esposo trata de apoyarla desde una particular distancia emocional.
A partir de logradas interpretaciones, una ambientación y estilo visual de cierta sofisticación, queda la sensación de que la historia y ciertos personajes se quedan a medio camino en su intento de profundización, si bien alcanza a plantear situaciones que alimentan la discusión sobre la forma en la que se pueden pervertir los vínculos en los espacios académicos, confundiendo los límites entre las relaciones consensuadas o abusivas y poniendo en riesgo trayectorias largamente construidas por decisiones sustentadas en la impunidad y el exceso de poder en un entorno determinado.