Con ese estilo entre irónico y cargado de seguridad en sí mismo, el actor escocés continuó con su trayectoria. Representó a otro coronel tratando de resolver una situación crítica en Pánico en el aeropuerto (Ransom, Wrede, 1974) y se vistió de jefe árabe en The Wind and the Lion (Milius, 1975), haciendo pareja con Candice Bergen; volvería a interpretar a un árabe en El precio del poder (Sarafian,1976), buscando pacificar la región. Con la dirección de John Huston, volvió al género de guerra en El hombre que sería rey (1975), figurando junto a los pesos pesados Michael Caine y Christopher Plummer, y en Un puente demasiado lejos (1977), ambientada hacia el final de la II Guerra Mundial con Richard Attenborough como realizador.
Trabajó con Richard Lester en Robin y Marian (1976), interpretando al famoso ladrón justiciero unos años más tarde visitando a Audrey Hepburn, así como en Cuba (1979), entre el romance y la misión política; una vez más se convirtió en astuto amigo de lo ajeno, haciendo mancuerna con Donald Sutherland en la muy divertida El gran asalto al tren (1978) escrita y dirigida por Michael Crichton. No fue ajeno al cine de desastres, muy en boga en los setentas, como muestra su participación en Meteoro (Neame, 1979), como tampoco a la ciencia ficción, asumiéndose como un alguacil espacial en Atmósfera cero (1981), dirigido por Peter Hyams, con quien se reencontraría en The Presidio (1988).
Siguió engrosando su filmografía actuando como un rey y un bombero, según la realidad que corresponda, en la fantástica Bandidos del tiempo (1981), dirigida por Terry Gilliam, y transformándose en reportero metido en una situación peligrosa en la satírica El hombre de la lente mortal (1982), filme de Richard Brooks, en tanto se introdujo en la piel de un médico incestuoso en Five Days One Summer (1982), última película realizada por Fred Zinnemann. Regresó y se despidió en definitiva del famoso espía con Nunca digas nunca jamás (Kershner, 1983), contando con la presencia de Kim Basinger.
Empezó su etapa postbond con la desafortunada Sword of the Valiant: The Legend of Sir Gawain and the Green Knight (Weeks, 1984), recuperando pronto el camino con Highlander, el inmortal (Mulcahy, 1986) y, sobre todo, con El nombre de la rosa (Annaud, 1986) en el rol de William von Baskerville, el genial personaje conandoyleano creado por Eco, y con Los intocables (De Palma, 1987), representando al siempre práctico y eficaz policía Jim Malone. Invitado por Spielberg, siguió en buena racha con su oportuno papel como el padre del famoso aventurero en Indiana Jones y la última cruzada (1989).
Justo en la época de la caída del muro de Berlín, realizó un par de películas relacionadas con la URSS en pleno colapso: La caza al Octubre rojo (1990) de John McTiernan, con quien volvió a trabajar en Medicine Man (1992), filmada en México, y La casa rusa (Schepisi, 1990), basada en una novela de John le Carré. Regresó a terrenos conocidos en Duelo final: Highlander II (Mulcahy, 1992) y en Robin Hood: el príncipe de los ladrones (Reynolds, 1991). La hizo de detective en Sol Naciente (Kaufman, 1993), de doctor en A Good Man in Africa (Beresford, 1994) y de abogado defensor en Causa justa (Glimcher, 1995).
En su etapa final como actor se ubicó en la época medieval disfrazándose del rey Arturo en Lancelot, el primer caballero (First Knight, Zucker, 1995) y prestando su voz al protagonista alado de Corazón de dragón (Cohen, 1996); se divirtió de lo lindo en La Roca (Bay, 1996) y tras la olvidable Los vengadores (Chechik, 1998), formó parte de la coral Juegos del corazón (Carroll, 1998) y protagonizó La emboscada (Amiel, 1999), como un agente de seguros envuelto en una trama peligrosa. Asumió el papel de un autor recluido en Finding Forrester (2000) de Gus Van Sant y le entró como el líder de un grupo de justicieros en La Liga extraordinaria (Norrington, 2003), adaptación del cómic de Alan Moore. En su última intervención prestó su voz para la cinta animada Sir Billi (2012).
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