Mi país es una olla de barro viejo en ebullición donde nos cocemos sin pudor. Seguro que se asomaron a las redes sociales en esta semana que se ha cumplido el segundo año del gobierno de esta Cuarta Transformación. Es de los termómetros sobre la discusión pública más coloridos y vívidos de hoy. El hervidero de razones y sinrazones, emociones, vísceras: el retrato más exacto de nuestras miserias, fobias y contradicciones.
El informe o como se llame lo que nuestro Presidente nos obsequió dio para todo ese tipo de sentires aunque aderezados con uno que otro análisis, sondeo y variopintas advertencias. Del retrato de una nación en bancarrota, en declive total, al señalamiento de vivir embelesados con la mentira y la manipulación de datos oficiales, pasando por la animosa confirmación de estar ya viviendo en un país como no se ha visto en ningún lado, ni en Dinamarca, pues.
En la olla que somos, el hervor. La polarización en ebullición. Hay quienes vieron, no exentos de angustia, que a este gobierno todavía le faltan cuatro largos, lejanísimos años. Hay quienes, por el contrario, apenas les ha parecido un primer suspiro de la larga y feliz vida que nos repara el cambio transformador hacia una patria más generosa y fructífera.
Fueron horas intensas para los jilgueros y los agoreros de esta Cuarta Transformación aunque con pesares distintos. “El @GobiernoMX formado por @PartidoMorenaMx es el peor de la historia nacional”, escribió uno de los más visibles opositores, don Gustavo de Hoyos. “Hoy se cumplen #2AñosDeTransformación y esperanza. Sigamos luchando y no bajemos la guardia hasta hacer de México el país con el que soñamos, más justo y democrático”, razonó en un tuit uno de los más visibles defensores, don John Ackerman.
Es la gloriosa dicha de estar agitados en la olla donde nos cocemos sin pudor. Pero permítanme detenerme, fuera de ese bullicio, en uno de los momentos que quizá han marcado como nunca la sensibilidad y la altura de miras de nuestro Presidente ante la desgracia de sus gobernados y, más aún, sobre la forma en que va registrando esa brutal realidad. Si me permiten más, no deberíamos tomarlo a la ligera ni mucho menos con el mismo cinismo expuesto en Palacio.
Vayamos al “informe” y revivamos ese momento único, indiferente, ante esa realidad que se busca soslayar. Ese momento cuando, sereno de rostro, sostuvo que en sus dos años de gobierno se ha revertido la “tendencia al alza de los delitos”. Si lo volvemos a escuchar (minuto 25), se observará que incluso resumió los porcentajes de las bajas en el robo a casa habitación (23 por ciento), al transeúnte (30 por ciento), al transporte público (42 por ciento) y a vehículos (35 por ciento).
Fue en ese momento cuando recalcó que todo iba bien, “a la baja” como lo señaló, para después añadir que “las únicas excepciones han sido el homicidio doloso, el feminicidio y extorsión” que, remarcó desdeñoso, “han aumentado”. Es la habilidad para el mensaje distractor, el desdén. Miren que equiparar el robo de casa, al vehículo y los asaltos en el transporte con los “feminicidios” y “homicidios dolosos” es de un primer hervor glorioso. De antología para jilgueros maromeros y agoreros puntillosos. De nuevo repárese que equiparar la pérdida de un bien material al mismo nivel que la pérdida de la vida es tan, tan... Además, nuestro Presidente le ha puesto esa conjunción “excepto”, cual si diera lo mismo o se pretendiera minimizar. Lo dicho: la olla en ebullición.
@fdelcollado