A falta de otra cosa, el Movimiento de Regeneración ha producido un lenguaje propio, con una serie de automatismos verbales que sirven para hacer frente a cualquier situación, y son útiles para argumentar una decisión y la contraria. No es poco. Ante una protesta estudiantil, por ejemplo, el director del CIDE, José Romero, echó mano de todo el repertorio: el neoliberalismo, los privilegios, la manipulación, el pueblo de México. Es un ejemplo de manual para la escuela de cuadros.
El primer paso siempre es arremeter contra el pasado neoliberal: es muy sencillo, porque todo el pasado es neoliberal, y todo es parejamente funesto (estoy por encontrar a alguien que defienda el neoliberalismo con todas sus letras —y eso que tiene cosas muy apreciables). En el caso del CIDE, el problema era que se “enseñaba una sola ideología” (nada más revolucionario desde la Crítica del Programa de Gotha: en la universidad se enseñan ideologías, o la suya o la nuestra — ¡a las barricadas!). A continuación hay que desmontar los motivos de la protesta; obviamente no tienen razón, pero si son muchos, se les puede conceder que no saben lo que hacen —han sido manipulados. Y entonces se señala al enemigo, que son quienes han perdido privilegios.
Por lo visto, El Pueblo vive obsesionado con lo que ganaban algunos funcionarios, todos los funcionarios, los profesores universitarios, y no quiere hablar más que de sueldos, lujos y extravagancias. Conforme al canon, Romero denunció a pleno pulmón a los académicos que “se habían beneficiado” de recursos externos y, conforme al canon, presentó una lista de profesores que ganaban mucho dinero, y se llenó la boca hablando de millones. El problema, si se nos permite una crítica, es que El Pueblo estaba distraído, y su público eran los estudiantes del CIDE, que no se conmovieron mucho. La raíz del mal, que hay que combatir a cualquier precio, es la consultoría. Se tiene que eliminar, para que el CIDE sea “un instrumento del pueblo de México”: un “instrumento de vanguardia para crear nuevos paradigmas”. Confieso que no sé qué quiere decir “paradigma”, y sospecho que el señor Romero tampoco, pero da lo mismo, montar un criadero de paradigmas suena muy bien.
Días después, ese mismo repertorio sirvió para que el Conacyt anunciara el proyecto de convertir a las instituciones de educación superior en centros de consultoría. Fue en el seminario “La ciencia es tu derecho” (el que sabía gramática faltó ese día). Los ponentes comenzaron por denunciar el pasado neoliberal en que “se pervirtió al Estado como un facilitador de inversiones y negocios”. En el segundo movimiento, se llamó al Pueblo de México como garante del proyecto: “Para atender e incidir en la búsqueda de soluciones”, “para que [las ciencias] contribuyan efectivamente a la solución de los problemas más urgentes”, “para alertar y orientar acciones públicas”. Se propuso crear para eso “mecanismos de control participativos, incluyentes y democráticos” (si supieran quién fue, pensarían que Lunacharski fue un neoliberal). Y alguien anunció como objetivo la “soberanía alimentaria”, que nadie sabe qué significa, pero suena incluso mejor que lo de los paradigmas. Avanzamos.
Fernando Escalante Gonzalbo