Entre las mezclas más vistas en la contemporaneidad son que te guste el futbol y la política. Una vieja y la otra del siglo anterior, pero gustan de tener aficionados de todo tipo, los que se salen rápidamente de sus cabales y los que van a llegar a viejos y seguirán esculpiendo significados diferentes e interpretaciones extravagantes. Entre sus aficionados se encuentra el gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, quien primero se dice amante de la política y luego del futbol, en ese orden, un orden que dice mucho, porque sí ha sido gobernador y de lo otro solo un llano aficionado.
Le ha dedicado tiempo a ambas, porque ciertamente, son tan democráticas, el futbol lo es, dice Villoro, porque se puede jugar donde sea y quien sea, y la política se puede practicar desde el vecindario hasta la escuela, por más fifí que esta sea. Ambas pueden tocarse con rudeza o llegar desde un toque suave, con palancas o sin ellas, con ganas o con rigor. Alfaro llegó a la política por su papá, aunque también se sabe que el señor exrector acompañaba al pequeño Enrique al templo deportivo de la Universidad de Guadalajara.
Las pasiones se le salen a uno cada que habla y Enrique las demuestra. Va a una entrevista y lo primero que le preguntan, como el orden que él propuso, es de política; vaya a ser si importa o no que se retire, como el Rey Pelé, qué importa si se retira en la MLS, si ya lo ganó todo; Alfaro lo ganó todo, compitió desde el 2000 cada tres años, y se coronó en todo, con la salvedad de la gubernatura contra Aristóteles Sandoval.
Existe, pues, en Alfaro un vaivén entre la política y el futbol. Nadie en Jalisco la ha tenido, ningún político en Jalisco ha tenido ese nivel de dialéctica tan reconocible y expresable. Llevar a ese nivel el discurso y sus mayores aficiones no es fácil, depende de un carácter importante, pero también de un manejo excepcional de momentos políticos para lograr una identidad. Alfaro rompe el mundo de Jalisco cuando dice que quiere ser el entrenador de las Chivas, ¿acaso será que no lo volveremos a ver en la arena política, y que en cambio ahora irá a picar piedra al mundo de la dirección técnica? No le será extraño ser estratega, porque para eso se nace, y él lo ha hecho como un Iniesta lanzando balones entre líneas.
Vivimos el tiempo de este político, que vive y sueña con futbol y política, pero, aunque la primera pueda dar resultados imaginarios, con reseñas de lo que han hecho otros en su lugar y que como dice Villoro, sea imposible explicarlo con objetividad, porque un penal puede ser fallado por una ruptura amorosa, la política depende de una lógica de bienestar público y Alfaro ha dicho que está a punto de terminar su curso de DT., pero casualmente también está punto de terminar su periodo como gobernador.
Si Alfaro tiene suerte, lo veremos más en las canchas de deportes que en eventos políticos, su contrato que le dio el pueblo se terminó y muchos podrán decir que sí tuvo buenos resultados, para eso está la porra, pero el aficionado que paga las entradas es el que tiene la opinión más valiosa. Vale la pena que nos despeguemos del futbol cuando estemos tratando los temas más escabrosos, porque puede que tenga más aficionados que la política, pero de esta hasta puede que dependa cómo sigamos viendo el deporte más importante para la vida de Alfaro.