Rectificaciones al humor

  • Nefelibata
  • Flavio Becerra

Ciudad de México /

Toda obra creativa refleja la ideología de sus creadores, incluso las que se presentan al público como las más inocentes y apolíticas.

Y ocurre con mucha frecuencia que, escudándose en esa supuesta inocencia se le entrega al espectador un producto con una fuerte carga ideológica.

Las sociedades y sus valores no son estáticos: lo que ahora es impresentable, en otros momentos puede resultar, cuando menos, inocuo. E incluso en determinado tiempo su apreciación dependerá mucho de a qué grupo social, mayoría o minoría, se pertenezca.

El reciente caso del anuncio de que Pepe Le Pew, el zorrillo de la Warner Bros no aparecerá en una nueva película junto a otros populares dibujos animados causó un inesperado revuelo.

Al personaje se le ha señalado, en una consecuencia del movimiento #MeToo como abusivo, acechador y acosador sexual, sobre todo en su relación a una gata a la que suele confundir con un ejemplar de su especie. También se señala que el personaje es irrespetuoso para con los franceses y su cultura.

Una búsqueda en internet permite constatar que en los primeros episodios del zorrillo, estrenados a finales de los años cuarenta, sus equívocos eran más acentuados y rayaban en lo perverso.

En uno de esos episodios su interés pasional es una perrita chihuahua que finalmente se le entrega cuando el zorrillo se disfraza de perro. “Todo es válido en el amor, no?”, termina diciendo. Y en otro capítulo no es una gata sino un gato macho a quien persigue. No conforme con eso, en ese mismo episodio descubrimos que el apestoso animal está casado y tiene además dos hijos.

Hoy día resulta paradójico recordar que el episodio “Por razones sentimentales”, donde al final los papeles se invierten y un inoloro Pepe termina perseguido por la gata en turno haya ganado en 1949 el Oscar en la categoría de mejor corto de animación.

Con mucha menos difusión que los personajes de la Warner y hoy casi olvidados, la historieta mexicana de la primera mitad del Siglo XX gozó de una enorme popularidad. Por supuesto sus personajes fueron espejo de los vaivenes de los valores sociales.

Hace un siglo, al término de la Revolución, los periódicos de la capital del país comenzaron a publicar historietas mexicanas, tanto tiras diarias como en suplementos dominicales.

“Mamerto y sus Conocencias”, de Tilghman y Acosta fue, por más de una década, la más popular del suplemento a colores de El Universal de México, que en ese entonces tenía mucho arraigo entre las clases conservadoras.

Tal historieta ocupaba su primera página, a plana entera, todos los domingos.

Mamerto era un rico campesino de provincias que vivía en la Ciudad de México. En una de sus aventuras fuma por error un cigarro de marihuana y bajo sus efectos termina montado sobre una estatua ecuestre de una plaza.

Lo singular de esto es constatar que antes del intervencionismo de los EUA para tener el control de la producción y consumo del cannabis, su uso y efecto podía ser presentado a los lectores infantiles de El Universal como elemento cómico, algo así como ver a un señor pasado de copas.

Resulta mucho más penoso constatar que muchas de aquellas historietas nacionalistas se sumaron a la causa de los clubes antichinos que por entonces proliferaron en todo el país y que acusaban a los migrantes orientales de robar empleos y traficar opiáceos, con las trágicas consecuencias de matanzas en varios puntos del país.

Habla bien de Tilghman y Acosta que, en plena campaña xenófoba hayan presentado un personaje chino, de nombre Wan Goo, como amigo de Mamerto.

No cabe duda que la historia puede hacer unas rectificaciones asombrosas.

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