'Los parámetros de la elección'

Ciudad de México /

A un mes de los resultados electorales del 2 de junio, el análisis de sus consecuencias y de sus implicaciones no termina. Más allá de lo que suceda en términos de representación en ambas cámaras y la posibilidad de que Morena llegue o no a la mayoría calificada, todavía es necesario entender que fue lo que votó el elector, y cuáles fueron sus motivaciones.

En términos de comportamiento, todavía hay muchos debates pendientes. ¿Votar por un solo partido en lugar de dividir el voto, es un mandato o es una forma de simplificar una decisión electoral? ¿El votante promedio entiende lo que es la mayoría calificada y sus implicaciones? ¿El elector dio una carta en blanco a la siguiente administración?

Los números del resultado de la elección del pasado 2 de junio los teníamos la mayor parte de los investigadores en nuestros escritorios. El problema es que parecía un resultado muy poco probable. Los números no correspondían a nuestra historia o comportamiento electoral. Por ello, la mayor parte de los investigadores modelamos. De otra manera, no se entendería una subestimación de 8 puntos promedio del partido en el gobierno.

La opción era muy sencilla, reportar los datos como aparecían o modelar a partir de los parámetros de nuestra historia electoral, lo cual ha funcionado muy bien para elecciones anteriores. A juzgar por los resultados de esta elección, esta no fue la mejor decisión.

El investigador debe de dudar siempre de sus propios números. La posibilidad de estar subestimando o sobrestimado siempre es un tema de precaución y preocupación. Por ello, un referente fundamental es el comportamiento pasado.

En términos estadísticos, esto se puede leer, entender o traducir como estadística bayesiana. Lo que sucede o cómo se comporta el elector depende en buena medida de su antecedente. Un ejemplo de por qué utilizar historia, antecedentes o parámetros es el estadunidense o el británico. Una variable de mucha utilidad en ese país es la identidad partidista (variable que en sistemas multipartidistas o con alta volatilidad como el nuestro es de poca utilidad). Es difícil que un votante demócrata se haga republicano de un día al otro. O en el caso británico, que un conservador se haga laborista. Por ello, ponderar por identidad partidista es un recurso muy útil en esos países. En el nuestro, ese indicador no es del todo útil.

Las explicaciones del resultado de la elección han sido diversas. Pero en general parece que hay coincidencia en que las condiciones económicas fueron un factor fundamental para explicar el comportamiento. No importa si estas se expresaron por mejores condiciones laborales, incremento en el salario mínimo o programas sociales.

Más allá de estas explicaciones u otras razones, el tema es que esta elección cambió parámetros y ello explica en buena medida las diferencias entre los resultados electorales y las mediciones preelectorales.

Cinco ejemplos o datos contraintuitivos de lo que sucedió en esta elección que no se esperaban o cambian los parámetros de nuestra historia electoral.

Primero, la participación no fue alta, a diferencia de lo que se piensa. De hecho, es la segunda más baja en lo que va del siglo. Sólo en 2006, fue de 59 por ciento, un punto por debajo del 60 por ciento de 2004. Es preciso decir que este dato se esperaba porque la elección se adelantó un mes comparado con elecciones presidenciales anteriores. Se realizó en el mes de junio y no en julio. Sin embargo, algunos analistas continúan argumentando que fue alta.

Segundo, la candidata electa recibió más votos que su antecesor, el actual presidente López Obrador. Este dato era posible por el crecimiento del padrón electoral. Sin embargo, la diferencia fue sustancial y mayor de la que se esperaba.

Tercero, el porcentaje con que ganó fue mayor que el de AMLO. Más allá de los votos en absoluto, el porcentaje fue 6 puntos porcentuales mayor que su antecesor, algo que no sucedía desde 1994 con la elección de Ernesto Zedillo.

Cuarto, la diferencia entre el primero y segundo lugar también fue mayor a la reportada por las mediciones preelectorales. Se subestimó al gobierno en turno por 8 puntos porcentuales. Nuevamente, esto no pasaba hace 30 años. Es revelador que en la elección anterior federal se sobrestimó a Morena de manera similar en 8 puntos.

Quinto, la oposición salió a votar más en las áreas geográficas donde tiene su base electoral. Sin embargo, esto no alcanzó para reducir la diferencia.

El modelo de participación diferenciada funcionó en urbes del norte y del Bajío. No es casual que muchas de estas ciudades las haya ganado la oposición. Modelar no fue buena idea para estados o para el país en el agregado, pero funcionó para urbes del norte y del Bajío.

En conclusión, la oposición salió a votar más que los seguidores de Morena en sus territorios, pero no fue suficiente para cerrar la brecha y ya no digamos revertir. Más de 30 puntos de diferencia entre primero y segundo lugar habla por sí mismo y explica el resultado electoral.

  • Francisco Abundis
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