Luis M. Morales
No hay manera de seguir afectando a niños, adolescentes y jóvenes con las escuelas cerradas. Después de meses de reuniones con expertos en materia educativa, sabemos que más de la mitad de los estudiantes asegura que aprende menos de manera remota. En México han sido perjudicados 37.5 millones de estudiantes por esta decisión impuesta por la terrible pandemia que nos aqueja; sin embargo, de 210 países en el mundo, pertenecemos al 11 por ciento sin clases presenciales. Es hora de volver a las aulas.
El daño ocasionado por el covid-19 es irreversible; no contamos con cifras precisas del número de infectados o muertos por este virus, tampoco sabemos con exactitud la magnitud de los daños físicos o psicológicos que ha provocado entre la población. Pero la vacunación avanza y, con todas las precauciones necesarias, debemos regresar a la normalidad.
En el curso de la historia ha habido pestes, catástrofes sanitarias que una y otra vez han sido superadas gracias a los científicos y a la medicina, como está sucediendo ahora. Por eso es conveniente recuperar el contexto y el contacto con la realidad y visualizar los esfuerzos que se hacen para resolver el problema.
Sin olvidar, por supuesto, que es urgente emprender acciones para atender el incremento en abusos sexuales, maltrato físico y psicológico, abandono, baja autoestima y trabajo infantil durante el tiempo que las escuelas han permanecido, lamentable, dolorosamente, cerradas.
Después de 16 meses de ausencia en las aulas, quienes pagamos los costos de vivir en un estado de indefinición e incertidumbre en esta materia (y en tantas otras) somos los ciudadanos, los más afectados son los menores de edad, los estudiantes, los papás y mamás que trabajan y no tienen dónde dejar a los niños. Y vemos que las autoridades no logran unificar iniciativas ni liderazgos, cada una de ellas con sus cifras y con pocos planes de acción concretos.
Estamos conscientes de que es extremadamente difícil —casi imposible— contener un virus tan nocivo y con tantas cepas en tan poco tiempo. La única medida efectiva para reducir considerablemente el riesgo de adquirirlo, lo han dicho una y otra vez los expertos en salud, es vacunando a la mayoría de la población; de esta manera la probabilidad de infectarse disminuye, mas no se elimina. Esto hay que tenerlo muy claro para continuar con las pautas de protección básicas: usar cubrebocas, gel antibacterial, evitar aglomeraciones en espacios cerrados y guardar sana distancia, medidas que deberán ser indispensables patrones de conducta por los años venideros.
Debemos adaptarnos a la nueva realidad, que refleja una pérdida considerable de empleos con la consecuencia del deterioro económico en los hogares mexicanos. Pero debemos también aprender a vivir sin miedo, asumiendo riesgos y obligaciones. Y en el campo de la educación, aceptando el imperativo de los modelos híbridos (presencial y remoto) de enseñanza, actualizando las reglas de convivencia social.
Para que los estudiantes vuelvan a clases lo antes posible, tenemos que analizar la situación y aceptar compromisos. Seguramente hay escuelas dañadas, saqueadas y en mal estado; sin embargo, es responsabilidad de todos equiparlas y hacer que vuelvan a ser funcionales.
Finalmente, tenemos que agradecer siempre la labor de los héroes de la salud durante esta pandemia, y decirles a los educadores, políticos y líderes sociales que es momento de despertar. El tiempo apremia. Todos deberíamos tener presentes las palabras del gran aforista del barroco Baltasar Gracián, para quien "la autorreflexión es la escuela de la sabiduría". Urge aplicarlas.
@panchogzz
*Presidente Ejecutivo de MILENIO